Fue un 7 de octubre de 1999 cuando LA CRÓNICA comenzó a andar, echó a volar o se puso a navegar por Internet, que ni siquiera los verbos estaban muy claros para quienes éramos pioneros en territorio inexplorado.
Eran aquellos tiempos, todavía en el siglo pasado, los de un incipiente Internet. Cabeceras históricas de España ni siquiera tenían por entonces edición digital y en Guadalajara ya había quien ofrecía la posibilidad de informarse de todo y a cualquier hora, desde cualquier sitio. Para que luego digan que aquí no pasa nada o que aquí nada se mueve. Pues a veces, sí.
Las cosas han ido cambiando en estas dos décadas, tanto en las posibilidades tecnológicas a nuestro alcance como en el modo en que los lectores se acercan a las noticias de este diario. En aquel primer día, quienes se asomaban a la web lo hacían, mayoritariamente, desde el ordenador de su oficina; ahora, las tres cuartas partes lo hacen desde un smartphone, mágico artilugio que entonces ni siquiera existía. Unos nos llevan así cerca de su corazón; otros, mejor no pensemos de donde nos llevan cerca…
Bromas aparte, valgan los dos párrafos anteriores para argumentar que si el tango dice que 20 años no son nada, el tango se equivoca. Porque 20 años, dos décadas o cuatro lustros no pueden dar idea cabal de un recorrido que se cuenta por millares. Muchos millares.
Por miles y miles de noticias han trabajado desde el 7 de octubre de 1999 los periodistas que por aquí han pasado y que, sólo así, con su esfuerzo personal y con el de la empresa que les pagaba puntual el salario, nos ha permitido llegar hasta donde estamos: poder mantener la fidelidad cotidiana de muchos miles de lectores cada día, cada año, cada vez más.
Escribir miles de textos, tomar miles de fotografías y vídeos… Todo, siempre, sin horarios. El 20 es un número que dice poco y requiere, para entenderlo, de algo más.
Ese algo más es nuestro compromiso de seguir al pie de la noticia, porque mientras la vida siga el periodismo continúa.
Con 20 años de vida no se puede ser más que joven, de cuerpo y de espíritu. Ganas de llevar la realidad de la calle al teclado nos sobran como para no tenerle miedo ni a una sociedad compleja ni a un modelo de negocio inexistente.
Los milagros existen, como comprobamos cada mañana, al abrir la Redacción con olor a café y al cerrarla, ya por la medianoche, con dolor de espaldas y de algún que otro atributo corporal, según haya ido la jornada y las trabas a nuestra labor.
Pero ahí seguimos, porque queremos, sabemos y podemos. Y quizá, también, porque debemos.
Con usted, siempre, como necesaria compañía.