Los vecinos de Guadalajara ya casi ni recuerdan cómo era la Calle Mayor sin el estorbo que la cierra en la esquina con la Plaza Mayor. Acostumbrados a una estructura tubular que desde 2005 sujeta los restos de un edificio del siglo XIX demolido por entonces, prácticamente nadie ha podido ver la «cara oculta» del «Maragato». LA CRÓNICA se la presenta, tal como pudo acceder en exclusiva el pasado mes de abril de 2021.
Un montón de tierra asomaba por encima de la tapia con vistas al Ayuntamiento de Guadalajara. Era un indicio de que algo estaba cambiando en el interior del solar. En realidad, era así.
En las últimas jornadas se habían reanudado los trabajos arqueológicos para datar y documentar las tres galerías que surcan el subsuelo por la parte más cercana a lo que todavía sigue en pie del vecino edificio de la Telefónica, también abandonado desde hace muchos años.
Un pequeño grupo de especialistas se afanaba esos días en las catas realizadas, sin que en principio se vaticinen grandes descubrimientos. No se trataría de «minas» de la época árabe, como en tantos otros puntos de la ciudad. Hace años, los cercanos trabajos que se hicieron a escasos metros cuando se construyó el parking de la Plaza Mayor sirvieron para aportar datos históricos de la etapa medieval de la ciudad e incluso de los saneamientos casi contemporáneos, pero nada de aquello se mantuvo en su emplazamiento original.
Lo que queda por dentro del «Maragato»
Con todo, lo más interesante de haber podido acceder al solar que ha estado vedado a los guadalajareños desde hace más de una década es acercarse a la estructura de lo que fue la fachada del «Maragato», pero por dentro.
Es ahí, a corta distancia, donde se aprecia una de las sorpresas del edificio. Según ha podido conocer LA CRÓNICA, la empresa promotora que quiere construir en este emplazamiento ha presentado una solicitud de demolición de los restos de la fachada, para su posterior reconstrucción fiel y con el añadido de mantener en uso el sótano de la vieja casa, que pocos conocen. Es esto de lo que hablamos:
Viendo el sótano desde lo más alto que permite la inestable montaña de escombros se comprueba lo dañada que ha quedado la estructura, tras los años transcurridos desde el derribo y por el modo en que se realizó.
En las fotografías se aprecia claramente cómo la obra de ladrillo del sótano es arquitectónicamente interesante e incluso recuperable. Se habría realizado en el siglo XIX, junto con el resto del inmueble. Actualmente es imposible ver buena parte de sus arcos, cubiertos por las vigas de uno de los forjados, que se cayeron en algún momento de estos últimos 16 años sobre el hueco dejado en el solar. Tal es su estado actual que ningún técnico ha accedido a su interior, ante el riesgo de desplome.
Otros aspecto reseñable, incluso para los ojos del profano, es el estado de conservación de los hierros que formaban parte de los forjados del edificio original, segados con poco cuidado en el momento del derribo. Tampoco es mucho más convincente el aspecto de los largueros de madera, en otros tramos que han quedado a la vista. Según los técnicos municipales, se puede conservar.
El resto de lo que ha venido sujetando, y ocultando a los ojos de los viandantes, el andamio de la Calle Mayor es lo que se puede apreciar en las siguientes fotografías, en las que se observa el sistema empleado para los tubos pasantes de la fachada. El periodista de LA CRÓNICA que ha realizado este reportaje gráfico puede atestiguar la endeblez y lo inestable de las paredes laterales