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21 noviembre 2024
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La afición de Guadalajara, en el exilio madrileño con Juan Ortega

Suspiran los aficionados molineses, deseando llegar a ver el día (o la noche) en que Juan Ortega, su Juan, salga a hombros por la puerta grande de Las Ventas. Puede que tarde, pues la aritmética y los hados no se alían siempre con su arte.

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Juan Ortega sigue sin torear en el coso de Las Cruces. Lo ha hecho en Sacedón, en Brihuega… y volvió a hacerlo este sábado en Madrid. La afición de Guadalajara tiene sentados sus reales por allí desde mediados del siglo XIX, cuando el tren acercó La Alcarria a la Corte o la Corte a La Alcarria, que eso nunca estuvo claro.

Volvieron a dejarse ver los aficionados de la provincia, también los del Señorío, este 2 de octubre por la calle de Alcalá. Entre ellos, insistamos, muchos molineses, que siguen al diestro sevillano desde mucho antes de que apenas nadie oyera hablar de él, dados sus orígenes familiares en Checa.

Suspiran esos buenos paisanos, deseando llegar a ver el día (o la noche) en que Juan, su Juan, salga a hombros por la puerta grande de Las Ventas. Puede que tarde, pues la aritmética y los hados no se alían siempre con su arte.

En su primero, nada hubo y nada que reseñar más allá de que evitó resultar abroncado, lo cual es un alivio. La víspera, en Sevilla, quedó a años luz de un ya inmortal Morante. Y, lo que es peor, aparentaba estar algo atorado en el final de una temporada en la que ha hecho más veces el paseíllo que en todo el resto de su vida como matador de toros. 

Al que cerraba plaza, veleto y cornivuelto, no le vio forma de fijarlo con el capote y salió del caballo sin picar. Y aun así, sin lidia, hubo toreo… por la gracia del toro y el don que tiene Juan Ortega. El cornúpeta, porque pasaba sin estorbar; el diestro, porque es de otro planeta cuando lancea de capa y cuando puede expresarse con la muleta. La estocada, entera, no tuvo efectos y se entretuvo demasiado con el descabello. Todo quedó en una ovación después de soñar la plaza entera, de nuevo con Ortega, el toreo.

Juan Ortega dejó muestras de su toreo en el sexto de la tarde el 2 de octubre de 2021 en Las Ventas. (Foto: Plaza 1)
Juan Ortega dejó muestras de su toreo en el sexto de la tarde el 2 de octubre de 2021 en Las Ventas. (Foto: Plaza 1)

La épica sobre el ruedo llega a los tendidos

Al que gusta de ir a los toros con afán de ver con los ojos y con el alma, lo de Emilio de Justo le tuvo que conmover hasta en lo más íntimo. Lleva años el de Cáceres ganándose el aprecio de Madrid por su honestidad en el ruedo. Lo de este 2 de octubre tuvo, además, tintes épicos porque se enfrentaba a un toro que lo propiciaba por su bravura, que algunos prefieren definir como fiereza. Que lo debata quien quiera.

Sea como fuere, el castaño albardao era grande, elefantiásicamente enorme. No parecía que aquello fuera a ir hacia bueno, sobre todo por lo poco cumplidor que fue con el caballo. Y sin embargo… se hizo la luz en forma de un fogonazo continuo, porque a cada pase saltaban chispas, refrendadas por los olés broncos de Madrid, esos que martillean el aire cuando crece una faena.

La de Emilio de Justo creció por el valor del diestro, antídoto cabal y sin límite ante la potentísima embestida… Así, si tremendas y jaleadas fueron las series iniciales con la derecha, con la zurda aquello se convirtió en delirio y frenesí. Antes del estoconazo, los naturales a pies juntos remataban una obra tan vibrante que arrolló los tendidos, desde donde se pidieron las dos orejas del tirón.

Emilio de Justo, en el toro de su triunfo el 2 de octubre de 2021 en Madrid. (Foto: Plaza 1)
Emilio de Justo, en el toro de su triunfo el 2 de octubre de 2021 en Madrid. (Foto: Plaza 1)

Lo vibrante de Emilio de Justo, contrapuesto a la eficacia funcionarial de El Juli. Cortó una oreja al que abrió plaza, un toro que nunca le puso en aprietos, tanto porque el madrileño conoce lo de Domingo Hernández como si los criara como porque el animal, en el más amplio sentido de la palabra, fue bueno. Así lo debieron asumir quienes lo aplaudieron en el arrastre… que ya son ganas de aplaudir.

Dicho todo lo cual, bendito sea el exilio de los alcarreños en Madrid si es para asistir a tardes como estas. Hasta que la municipalidad consiga devolver los toros a Guadalajara es lo que hay… que no es poco. A media hora de camino, sin apretar el acelerador.

Al día siguiente, llovía sobre Madrid y sobre Guadalajara. Ya escampará.

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