En singular juez y silencio; en plural elecciones, sospechas y urnas. Tenemos la oportunidad; y, según convicciones y conciencia, la obligación de coger unas papeletas y, aún con sospechas, meterlas en las urnas para resolver elecciones. Pero acaso estemos condicionados por dos hechos que pueden convertir la acción de votar en una mezcla de irresponsabilidad cateta y fantasía culpable: La decisión de un juez que imputa a un periodista. Y parcelas de silencio.
Una vez más, estamos ante unas elecciones con lo que aparece como rémora del sistema: A la decisión de un juez, le sigue la falta de información en parcelas de silencio capaces de alterar voluntades y modificar resultados. Hay que elegir candidatos sin saber si merecen confianza. Es importante y no es nuevo: En el pasado, tras los atentados de Atocha, fuimos a las urnas aturdidos por hechos que condicionaban la voluntad. En aquella ocasión, el electorado soportó la catástrofe con una información, que aún hoy se cuestiona, al albur de lo que conocía e ignoraba. Ahora, como entonces, lo que se sabe e ignora puede condicionar el voto. Entonces, los condicionantes fueron dos centenares de muertos y miles de heridos. Hoy condicionan la decisión de un juez sobre algo que influye en el sistema, las declaraciones interesadas que lo acompañan, y el silencio parcial que se expande.
Puestos en situación, viendo qué significa votar condicionado, vayamos a la actualidad, menos luctuosa que la que produjeron los atentados de Atocha pero no menos importante. Hoy nos encontramos ante este hecho: Un juez, que toma declaración a un testigo periodista, decide cambiar la situación del declarante y convertirlo en investigado por unos motivos, que se suponen, relacionados con lo que está investigando.
Si el periodista fuera un profesional en el ejercicio de su actividad, no habría más que decir. Pero el periodista es el número dos en la información que sale del Palacio de la Moncloa y trabaja para la Presidencia del Gobierno. Eso obliga a reparar en él y a entrar en lo que pudiera interesar al juez.
Apuntémoslo usando textos ajenos: El juez investiga a Alberto Pozas, exdirector de ‘Interviú’, por el espionaje a Pablo Iglesias (El País). El ex ‘número dos’ de Comunicación del Gobierno reconoce al juez que facilitó información personal de Iglesias a Villarejo… El comisario señaló a Alberto Pozas como la persona que le dio un ‘pen drive’ con el contenido de un móvil robado a la asesora del líder de Podemos (El Mundo). A Podemos le sale el tiro por la culata en su guerra contra la derecha mediática con la imputación del ‘progre’ Alberto Pozas en el ‘caso Villarejo’. Ahora resulta que no fue Villarejo el que filtró los mensajes a un periodista, sino que fue un periodista el que se lo filtró a él (J.F. Lamata).
Es importante y El País y El Mundo lo dan con categoría de titular. Pero lo es mucho más porque Lamata, un buen periodista, ha decidido entrar en la noticia, en esa noticia: No fue Villarejo el que filtró mensajes, sino un periodista el que se lo filtró a él. Todo al revés, un periodista filtrando. Consulta a profesor y veredicto: “Asombra que el director de un Medio reciba una tarjeta de un teléfono móvil y, entre todas las posibles decisiones, adopte la más ilegal: entregársela a un policía ya en entredicho en ese momento. Con ello, aparecen dudas sobre hechos y personas que, en beneficio del sistema y al margen de implicados, no deben quedar bajo sospecha: Quién filtra. Qué y quién recibe filtración. Identidad de asesorado y asesora a la que, supuestamente, le roban un móvil. Y uso del hecho, antes de que actúe el juez, por políticos en vísperas electorales.
Tomemos información en Wikipedia: Pozas, periodista. Entre 1989 y 1992 asesor y portavoz de la Secretaría de Estado para la Seguridad. En 2008 asumió la dirección de Interviú. El 23 de junio de 2018 Director General de Información Nacional que depende de Secretaría de Estado de Comunicación en el Gobierno de Pedro Sánchez. El 4 de abril pasado dimitió después de que el juez de la Audiencia Nacional García-Castellón le citara a declarar como testigo tras ser acusado por el comisario Villarejo de haberle entregado una memoria USB con datos del teléfono sustraído a Dina Busselham, asesora de Pablo Iglesias, cuando era director de la revista Interviú. Pozas afirmó “Estoy siendo utilizado para atacar al Gobierno y al Presidente”.
Ampliando, hay otra información, que suscita dudas e importa y a la que conduce lo que publica Lamata: A Podemos le sale el tiro por la culata. Con ello, llega el hecho grave, gravísimo, que como los atentados de Atocha condiciona voto y deteriora el sistema. Lo publicaba InfoLibre: “El Secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, ha afirmado que “ha habido una trama criminal que involucra a poderes policiales, políticos y mediáticos” que ha buscado “no solamente atacar a partidos políticos” sino “destruir la democracia en España”. “Una cuestión que todos sabíamos pero que ahora dice la Audiencia Nacional”.
Lo anterior conduce a realidades que merecen atención: El teléfono sustraído sobre el que investiga el juez y donde importa lo que contenga, con las pruebas, si existen, que acrediten hechos y posibles negociaciones no conocidas entre Iglesias y Pedro Sánchez antes de la llegada de éste a la Presidencia del Gobierno o después (opiniones sin autoridad inciden en la importancia del después, y de hechos que no demuestran y pudieran tener relación con el “Estoy siendo utilizado para atacar al Presidente del Gobierno”, del que se quejaba Pozas). La identidad de la persona a la que, supuestamente, le sustraen el móvil, ayudante de Iglesias en colaboraciones (co-elaboraciones). Los rastros que pueda haber en el teléfono: orales, gráficos o algo más (opiniones sin autoridad citan un algo más ruidoso, procaz y vistoso). La advertencia de Iglesias sobre una trama criminal que acomete a partidos políticos para destruir la democracia en España según la Audiencia Nacional (dice él). Y la connotación afectiva y humana, posible en asesora, que pudiera haber provocado un efecto, simplón y presunto, que da al traste con una buena parte de lo temido y supuesto: Un celoso ‘ataque de cuernos’, que alguien (sin demostrar) supone origen de la confección vengativa del ‘pen drive’ que.se cita y del uso que haya podido tener.
Ahora, como tras el atentado de Atocha, aparece otra rémora (Juez, Elecciones, Sospechas, Urnas, Silencio) que muestra la necesidad demócrata de evitar parcelas de silencio, corregir malentendidos, aclarar qué candidatos merecen confianza y cuáles, para beneficio de todos, deben ser apartados. Y lograr un ambiente que propicie un voto no condicionado por dos hechos que podrían convertir la actividad electoral en una mezcla de irresponsabilidad cateta y fantasía culpable: La decisión de un juez que imputa a un periodista. Y parcelas de silencio.