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9 noviembre 2024
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Juan Ortega reina en Guadalajara

Este viernes, la plaza de Guadalajara rugió con Juan Ortega como ya ha ocurrido, en tardes memorables, en Sevilla o Valladolid e incluso en Madrid.

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Anda el planeta de los toros buscando monarca, con el emperador Morante camino de su Yuste particular, al que parece condenado. Juan Ortega, el «chico de Jacinto» que pasaba los veranos en Checa, no será nunca el Rey de los Toreros, pero este viernes reinó en Guadalajara.

Al diestro checano-sevillano-universal, a sus 33 años, le basta para dar sentido a su vida con ser como quiere ser. Pocos son los que pueden decir lo mismo. A un hombre capaz de ponerse el mundo por montera si la ocasión lo requiere (y ya saben de qué hablamos) hay que darle un eterno margen de confianza. Más aún en el ruedo, porque su toreo es la consecuencia de torear para sí.

Hacía viento. No se vio picar en condiciones durante toda la tarde. El ganado oscilaba entre lo plúmbeo y lo imposible y sin embargo… la plaza de Guadalajara rugió con Juan Ortega como ya ha ocurrido, en tardes memorables, en Sevilla o Valladolid e incluso en Madrid.

Había tardado mucho en pisar este coso, demasiados años en los que un grupo de incondicionales de esta provincia le ha seguido por media España e incluso Francia como los devotos de un nuevo mesías. Quede para la historia, por tanto, este viernes y 13, superando cualquier superstición y las dificultades antes descritas. Ahí lo pueden ver, en imágenes:

Es pecado de escritor citarse a uno mismo, pero en esta ocasión resulta imprescindible, puesto que los lectores de LA CRÓNICA estaban avisados desde el inicio de esta temporada que ahora languidece: Juan Ortega es el toreo, se llegó a afirmar en esta casa. Y lo es, como lo pueden alegar otros, pero de un modo tan personal y auténtico que el círculo de refractarios se irá reduciendo hasta convertirse en un agujero negro; el orto, que dicen los argentinos, eso que aún pulula por las redes, con su ensañamiento.

Ajenos a todo eso, los espectadores del coso de Las Cruces aprendieron por sí solos lo que es (y lo que supone) torear con las yemas de los dedos, como hace Ortega.

En su primero, algunos catecúmenos todavía no estaban preparados para lo que habría de venir y pitaron que fuera un peón el que probara, de capa y de recibo, al toro. En toda la tarde no se vio el capote de Juan Ortega, puesto que intentó un quite por delantales en el quinto y no llegó ni a apuntar el primero. ¿Un desastre, entonces, siendo como es la quintaesencia de la verónica? No.

Aun estando lejos de lo visto en otras plazas, la natural naturalidad de sus naturales –si no ofende la paronomasia– ya puso de acuerdo a los tendidos, con muchos espectadores puestos en pie como hacía años que no se veía por estos pagos. Una locura basada en lo racional del toreo auténtico, aunque fuera en medio de la ventisca, que toda la tarde llevó a la terna a buscar refugio entre el 2 y el 3, bajo las peñas. Mató Ortega de un buena estocada y la oreja cayó, con petición de una segunda, que habría sido excesiva.

En cambio, las dos orejas sí habrían resultado recompensa cabal para la faena desplegada en el quinto de no haberse ofuscado el diestro con la espada y con el descabello. Para el recuerdo, una tanda de naturales –las yemas de los dedos marcando el camino– que hipnotizaron por igual a los miles de humanos que lo veían desde el cemento y al, ya por entonces, pastueño animal limitado a su condición de colaborador necesario de una obra magna.

Talavante, que abrió plaza, pasaba por ahí. Pablo Aguado, desarmado en el primer intento de capotazo al tercero, recibió saludos desde el tercio. En el que cerró plaza, que nunca debió pasar el reconocimiento después de cómo quedó durante el encierro matinal, acabó entre pinchazos y con aviso.

El toreo lo puso, una vez más. Juan Ortega. Esta vez, ante sus paisanos de nacencia aunque no de nacimiento.

Un placer tenerle en casa, maestro.


Toros de José Vázquez (2º, 4º, 5º y 6º) y Puerto de San Lorenzo (1º y 3º), de presentación desigual. Los de mejor juego, los del lote de Ortega.

• TALAVANTE, silencio y silencio

• JUAN ORTEGA, oreja y ovación 

• PABLO AGUADO,  ovación y silencio tras aviso



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