Comprar un rumor y venderlo como noticia es una de las estrategias más antiguas de los mercados. Con el rumor se desestabilizan los precios y, con la noticia, los mercados se serenan.
Paradójicamente, esto no ha ocurrido en el sector cerealista cuando corría el último rumor de que se terminaba el acuerdo del Mar Negro.
El acuerdo se produjo después de que Rusia lanzara su invasión a Ucrania y supuso una serie de medidas para la exportación segura de grano desde los puertos ucranianos. Esto alivió a muchos países que dependían de las exportaciones ucranianas y ayudó a estabilizar los precios mundiales de los alimentos.
Lo que ha ocurrido ahora es que, ante el rumor del fin del acuerdo, no se ha producido ningún movimiento previsible. Y, sin embargo, cuando se ha convertido en noticia, se ha registrado un ligero incremento de los precios. Por tanto, hay que analizar y cuestionarse por qué está ocurriendo esto.
El precio no es más que el resultado de enfrentar la oferta y la demanda actual y esperada. Así pues, si los precios no se desestabilizaron ante el rumor del cierre del acuerdo, sólo puede significar una cosa: el mercado estima que la demanda de cereal va a disminuir y, por eso, no le preocupa la reducción de la oferta ni las bajas previsiones de cosechas.
Quizá después de tanto proceso electoral llegue la resaca y, ante el miedo a drásticos recortes en liquidez para pagar los desenfrenos, ya se está previendo que pueda disminuir el consumo interno de cereales.
En cuanto a la exportación, a nivel global, el mayor importador de cereales del mundo, China, ha comenzado la desaceleración y mantiene estancado el crecimiento de sus importaciones, entre otras cuestiones, porque está aumentando las producciones para su consumo interno.
El siguiente paso será plantear si el mercado podrá asumir la oferta que antes llegaba a China, como la soja de Brasil y otros países productores, y las consecuencias que conllevará todo ello en los precios.
Para terminar, hay que bajar de los mercados a la tierra, concretamente a las explotaciones de los agricultores y ganaderos, que son los que padecen las consecuencias de todos estos vaivenes económicos o geopolíticos. Mientras ellos se parten el lomo en producir, los especuladores y operadores juegan la partida con sus cereales y se llenan los bolsillos con su sudor.
Dicho esto, sólo me queda plantear si tan difícil es que nuestros productores cobren por encima de los costes de producción. O garantizamos la producción dotando de rentabilidad las explotaciones, o siempre perderemos la partida.