Y continúa con ‘landa’, fonéticamente ‘lambda’, que es la letra griega (λ) que se emplea como símbolo en Física para representar la longitud de onda. En economía λ designa los multiplicadores de Legrange, que se usan para resolver problemas de optimización y restricciones de recursos. Yolanda es, pues, la unión del yo con longitudes de onda y problemas de recursos. Un nombre, más que apropiado, pintiparado para una ministra, especialmente si lo es de Trabajo y Economía Social y vicepresidenta del Gobierno: Yolanda Díaz.
Excusas por un texto propio publicado hace unos meses: “Tras la sustitución de Iglesias por Yolanda Díaz, el frentismo controlado Sánchez-Iglesias da paso a otra realidad, interesante para todos y cautelosa, incluso peligrosa, para la continuidad del Gobierno y el futuro de los coaligados. Con Iglesias fuera del Gobierno (acechando) los intríngulis en el Gobierno de Coalición pueden ser solapados y ocultos, pero mixtos y con consecuencias distintas: En los grupos políticos PSOE y UP, que habrán de replantear su futuro usando personas y valores del partido sin intereses personales, para, si es el caso, crear las bases para formular un memorándum de entendimiento a contrastar con supuestos coaligados. Y en unos líderes, Sánchez e Iglesias (y los que dependen de ellos) que habrán de contrastar su capacidad (apreciada o despreciada), frente a la valía de Yolanda Díaz. No es cuestión menor: el ascenso de Díaz a la vicepresidencia del Gobierno tendrá consecuencias. De momento, para replantear la continuidad de la coalición de este Gobierno. También para vislumbrar otro distinto; y cuestionar y comparar las capacidades de Sánchez e Iglesias, entre ellos en una situación distinta a la actual. O superándoles, en un Gobierno de Coalición, sea el que sea; o, fuera de él, en ambos casos, liderando la izquierda nacional española.”
Es lo que había: una realidad que ha cambiado. En el PSOE con el despido de Sánchez a algunos de sus ministros; con el reacomodo de los más ‘enterados’, Carmen Calvo, Ábalos e Iván Redondo, entre ellos; con la defensa esperpéntica de profesos en una ‘sanchidad’ que da grima y permite estirar o sustituir mamandurrias; y con una recomposición de Gobierno que alguien ha tomado como ‘hecho con desechos de tienta’, porque, “qué quieres que te diga, es que son peores”, apuntaba una periodista de Radio Nacional de España. La convicción es general: Este Gobierno es peor que el anterior. Si mereciera la pena, se podría ver el asunto para tratar de entender por qué unos han salido del Gobierno, otros no han llegado a él y otros no han querido ir. Pero, no es necesario. A estas alturas, el PSOE, Sánchez y sus ministros ven que peligra la continuidad del Gobierno. Saben que si Sánchez no está amortizado su futuro como mandamás en el Gobierno y en el PSOE no es de color rosa. Puede trampear para alargar lo que pueda, pero los síntomas que avisan están ahí y son claros. El último, la llama de Antonio Miguel Carmona en el pebetero de Iberdrola, que demuestra como está todo y quien dirige los vatios energéticos que iluminan o apagan al Gobierno.
En UP, otras qué tal bailan, el reajuste de cofrades y cofradías tampoco es fácil. Las situadas y situados, ¡qué gaitas con las desigualdades de género!, siguen con sus cuitas: Lo que están a la ubre quieren seguir, a puñetazos y con codazos si hacen falta, como los que quieren hacerse con el poder o acercarse a él. Con ello, se cuestionan liderazgos y se montan las riñas y peloteras que aparecen o se ocultan. Mientras tanto, Pablo Iglesias, eclipsado, por voluntad propia o forzado pero ojo avizor, procura mantener la capacidad que tuvo en UP, para colocar a deudos y afectos y para tratar de vivir a cuerpo de rey o reconquistar lo que hubo de dejar.
En esta situación, con el PSOE y UP en una ebullición confusa, Yolanda Díaz ha de seguir. Sabe que el liderazgo del PSOE está en entredicho y que puede ser momento de poner los bueyes de la izquierda radical, que encarna y casi dirige, delante del carro averiado del PSOE actual. Hay egos que molestan, en UP y alrededores, como ha visto y avisado a navegantes y transeúntes. Conoce los problemas del separatismo que amenaza a la vuelta de la esquina y ha de tener en cuenta las crisis sanitaria, económica y social consecuencia de la pandemia de la Covid-19.
En el panorama de la Izquierda, con Sánchez e Iglesias desprestigiados y sin líderes formados o en ciernes, éste puede ser el momento de Yolanda Díaz. Para aprovecharlo, deberá pulsar y adecuar las longitudes de onda de todos, propios, afectos, amigos y enemigos, para resolver los problemas de optimización y restricciones de recursos que nos afectan y que en economía se ocupan los multiplicadores de Legrange.
Tiene, además, un inconveniente añadido que, en la Unión Europea en la que está España y en el mundo occidental, es importante. Yolanda Díaz es comunista. Por ello, o adecúa su postura, postulados y proyecto comunistas a la onda del mundo occidental en el que estamos, o lo va a tener, lo vamos a tener todos, crudo y mal. Una solución podría ser suprimir la y griega final de la pretensión, y del título. Se transformaría así, el ‘Yolanda empieza por yo’, por la única alternativa posible: Yolanda empieza por ‘o’: una optativa útil que sugiere cambios.
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