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17 noviembre 2024
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JOSÉ LUIS HERAS CELEMÍN / Sánchez, vicepresidente de su vicepresidente

Estamos ante un Gobierno desestructurado que no ha atendido la contingencia ni ayudado a la población. Que ha propiciado indigencia social frente a la nieve.

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Vicepresidente, según el diccionario, es la persona que hace o está facultada para hacer las veces del presidente. En el gobierno de Pedro Sánchez, hay cuatro vicepresidentes ordenados por los ordinales que él decidió. Para referirse a ellos, se cita al titular, la vicepresidencia y el ministerio. Los actuales son: Carmen Calvo. Vicepresidenta 1ª y ministra de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria democrática. Pablo Iglesias, Vicepresidente 2º y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030. Nadia Calviño, Vicepresidenta 3ª y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital. Y Teresa Ribera, Vicepresidenta 4ª y ministra para la Transición Ecológica.

Como no están definidas las facultades en las que cada vicepresidente está facultado para hacer las veces de presidente, éstas se asocian al ministerio que tiene encomendado. De ahí nace una arbitraria forma de repartir unas competencias que el presidente, motu proprio o aconsejado, puede haber impuesto para que así se entienda, o para, dada la situación, aprovecharla.

Si asociamos la posible intención de la encomienda presidencial con los actuales vicepresidentes y la situación del Gobierno de coalición PSOE-UP, podremos sacar dos conclusiones. Una, capilar y simplona: Sánchez ha roto el equilibrio hombre-mujer, con un moño masculino y tres melenas femeninas. Y otra, facial y compleja: Con los intereses personales y partidistas que hay en juego en el Gobierno Sánchez-Iglesias, las únicas competencias que pueden alterar su estabilidad no son las que puedan ser encargadas a mujeres socialistas sino las que el PSOE de Pedro Sánchez, como partido mayoritario en la coalición, haya cedido a UP, el partido de Pablo Iglesias.

Para abordar la preferencia de Sánchez delegando o restringiendo competencias, hay una norma no escrita, que conocí sobre un presidente de gobierno español, en una confidencia en el pasillo de Pasos Perdidos del Congreso de los Diputados hace tiempo: “El vicepresidente debe hacer lo que el presidente no puede hacer, no quiere hacer, o no conviene que haga”. Según esa norma y en la situación sanitaria, económica y social debida a la pandemia y a la climatología, parece lógico que los vicepresidentes del Gobierno hagan lo que el presidente no puede hacer, no quiere hacer o no conviene que haga.

Los asuntos que ocupan al Gobierno son diversos. Si se repasan las competencias supuestas de las vicepresidencias, podrían encontrarse algunos que podrían delegarse en ellas. Sin embargo, hay un hecho actual, que se antepone a los demás porque el Gobierno no ha enfrentado como debiera, del que los vicepresidentes son responsables solidarios, y sobre el que nadie ha hecho las veces de presidente: La nevada, que ha descubierto, además de las deficiencias del Gobierno ante un fenómeno avisado con tiempo, su estructura.

Estamos ante un Gobierno desestructurado que no ha atendido la contingencia ni ayudado a la población. Que ha propiciado indigencia social frente a la nieve. Que ha permitido la incomunicación de barrios, pueblos y ciudades por más tiempo del necesario. Y que no ha sabido impedir el aislamiento terrestre y aéreo del resto del mundo.

Los hechos, conocidos, están ahí: Accesos imposibles a centros de salud y hospitales. Autopistas y carreteras cortadas sin quitanieves ni sal. Barrios aislados. El Aeropuerto de Barajas cerrado con dotaciones modernas sin usar. Retrasos para usar las fuerzas del Estado (A la UME se recurrió muy tarde). Maquinaria parada por inasistencia de empleados. Y un etcétera que no puede aliviarse repartiendo la responsabilidad del Gobierno en Instituciones del Estado (Comunidades autónomas, Diputaciones Provinciales, Cabildos insulares, Mancomunidades y Ayuntamientos), o usando ministros para rellenar espacios en los medios de comunicación y en perjuicio de la credibilidad del Gobierno, en actuaciones tan desafortunadas como las de José Luis Ábalos, ministro de Fomento, o Margarita Robles, ministra de Defensa.

Las vicepresidentas 1ª, 3ª y 4ª, que podrían haber sustituido al Presidente frente a la nevada, no lo hicieron; o, si lo hicieron, sus actuaciones fueron tan insignificantes que no impidieron el ridículo. El vicepresidente 2º, que es ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, como vicepresidente podría haber hecho de presidente, y como ministro ocuparse de los Derechos Sociales afectados por la nieve. Es la persona del Gobierno que, tras el Presidente, con él o sin él, debería haber dado la cara ante la nieve de inmediato y enfrentar la situación. Pero se retrajo y no lo hizo.

A falta de las actuaciones vicepresidenciales que parecen de rigor, la nieve estuvo sin la atención del Gobierno. Después, a marchas forzadas, se improvisó una visita presidencial, presidencialista dijo alguien, en televisión para recolocar a Sánchez. Con ello, el Presidente, que estaba ‘en off’, volvió a la actualidad. Para tapar su desconexión con la nieve, para asumir su papel abandonado. Y, primordial en el equilibrio de la coalición PSOE-UP, para tratar de tomar el estúpido rol de vicepresidente X de su vicepresidente segundo, y asumir lo que éste como vicepresidente no puede hacer, no quiere hacer, o no conviene que haga.


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