– Un primor. Illa. Gafas modernas. Relavado. Repeinado. Ojo. Y guapo.
– Ojo, sí. Porque el ‘Aló Salvador’ puede tener consecuencias.
Las frases de los dos hombres llamaban la atención. Miraban al personaje que, en televisión, mimaba la cámara. Parecían comentarios triviales de dos cotillas chismosos. Pero no lo eran. Con la televisión en silencio, comentaban el programa que, desde el Congreso de los Diputados, se ocupaba del ministro de Sanidad. Salvador Illa Roca, cuota del PSC en el Gobierno de Pedro Sánchez, hombre de Iceta en Madrid, encargado de controles y pactos recíprocos PSOE-PSC y PSOE-ERC, y el adelantado de unos y otros para mantener a Sánchez en el Gobierno de España y defender los intereses socialistas en las elecciones catalanas. Pandemia con crisis. El Gobierno a por setas o níscalos. Y la televisión pública en sesión de masaje a Illa. Como en política pocas cosas pasan por casualidad y en la tele de Rosa María Mateo todo tiene un porqué, los comentarios sobre la supuesta beldad del ministro tenían motivo. En cuestión de horas, RTVE había sustituido el ’Aló Presidente’ de Sánchez por el ‘Aló Salvador’ del ministro de Sanidad. Podía ser la consecuencia de la astucia de Iván Redondo para evitar desgastes de Sánchez. O no.
Por lo que nos interesa a todos, merece la pena tratar de ver por qué en el Palacio de la Moncloa o donde se diseñen y decidan estrategias, se aparta a Sánchez de los focos para colocar a Illa. Entre los ministros actuales es difícil encontrar a alguno que pueda tener éxito explicando las torpezas del Gobierno: Crisis. Enfermos mal atendidos y muertos sin contar. Equipos de expertos que no hubo. Razones para justificar sinrazones. Estado de alarma por zonas, a capricho, semestral y ‘aconstitucional’, que muda la monarquía parlamentaria en dictadura caudillista sin caudillo. PIB y economía por los suelos. El Banco de España no comulga con el Gobierno. Tasas de Paro y agobios por las nubes. Y bullas callejeras alentadas, contenidas, o dejadas de la mano de un dios menor que honra o degrada el ministro de Interior Grande-Marlaska.
En esta situación, con una violencia callejera orquestada que amenaza el presente y compromete el futuro, es patriótico, valiente y honesto que el Gobierno gobierne o que, por lo menos, lo intente. Corre el riesgo de que lo destruya la marabunta que arrasa todo, que los problemas arruinen propósitos (si los hay), o que se hunda con todo el equipo o sin él. Aún así, debe enfrentarse a lo que hay. Sánchez e Iglesias, a la vez, con todos. Pero, para esta ocasión, parece que el Gobierno va a ahorrar la tabarra plasta del Aló Presidente que aburre. No importa que el filósofo Illa sea el peor de todos los ministros de Sanidad que en España y en el mundo son o han sido, que asociadas a él estén las pifias más ridículas, caras y oscuras de su ministerio, las trapisondas a cuenta de los expertos que sirvieron para disculpar caprichos que no se explicaron, y la mayor cosecha de los ‘dónde dije digo, digo diego’ de la historia.
Esa es la realidad de Illa, la serendipia adecuada para alivio. Pendientes las ayudas de Europa para atenuar la pandemia y reacios en Bruselas a que los fondos europeos sean manejados por los comunistas de Unidas Podemos que, en coalición, están en el Gobierno de España, puede ser necesario que Sánchez adelgace el volumen (y coste) de su gobierno suprimiendo ministros para complacer la apetencia europea. Hay 23 ministros y múltiples cargos de una confianza muy cara, para prescindir de los comunistas (varios o todos) solo. Por decoro y por los condicionantes que hayan podido nacer en la coalición de Gobierno (no tienen por qué ser ilícitos), puede ser conveniente suprimir ministros socialistas y acomodar a los suprimidos con los aguinaldos al uso: Puestos de salida en elecciones (como las catalanas, para Illa), para apañar ingresos personales por años. Consejos de administración remunerados con las puertas correderas sabidas. E, incluso, las embajadas allende los mares que insinúan los que dicen estar informados.
Pero, para cuadrar o descuadrar el asunto, hay alguna circunstancia añadida: El ministro de sanidad actual, según los dicentes, es guapo (para otros es feo o cincuentón del montón). Relavado y repeinado, le mima la cámara de una televisión pública que, al sustituir el ‘Aló Presidente’ de Sánchez por el “Aló Salvador’, puede haber desencadenado un ataque de celos (o de cuernos) tan posible como resentido, dada la naturaleza del posible celoso.
Por ello, a pesar de las particularidades del filósofo metido a ministro y de su historia reciente, no es imposible que los que aventaron el primor Illa con gafas modernas puedan estar en lo cierto. En consecuencia, si aciertan, Salvador Illa puede salir del Gobierno, por guapo.
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