“Reventar. Es la mejor forma de decir, con esa contundencia catártica que tiene el castellano, que algo ya no se puede aguantar más”. La frase, del libro ‘Si esto es una mujer’ que firman Lorenzo Silva y Noemí Trujillo, define la situación límite de un relato de ficción que comienza con el hallazgo en dos vertederos de trozos del cuerpo de una mujer negra, puta y nigeriana, explotada por mafiosos y víctima de un par de niñatos que, a la postre, van al trullo.
No es ficción, como la novela negra de Trujillo y Silva. Aquí no ha aparecido, sólo, una puta descuartizada escondida en vertederos que vigila la pasma. Lo que aparece es algo real y mucho más peligroso, que afecta a muchos y nos inquieta a todos. Hay truculencias, juego sucio, muchos muertos, ruinas sociales, buscavidas sin escrúpulos, políticos y muchos perjudicados. Ante la pasma, los cuerpos y las fuerzas que se ocupan de la seguridad y ante los órganos del Estado de Derecho que tenemos y queremos disfrutar.
Estamos ante el gobierno de Pedro Sánchez con un posible reventón o varios, entre los que el título de una novela negra produce sobresalto. Vade retro, sin alarmas por aquello de la pandemia y consecuencias, ‘Si esto es una mujer’. Y es que, con una ministra como la de Igualdad, con ínfulas sobre el género, el condicional aumenta la desazón. Sin sobresalto aunque con alarma, la realidad obliga a considerar la posibilidad de un estampido gubernamental. Aunque sea peligroso. El Gobierno actual, conseguido trapicheando intereses, ha mantenido el poder amparado en una necesidad sanitaria que le ha llevado hasta hoy. Pero la penuria acucia, las crisis social y económica están sin resolver y no hay situaciones ni miserias que puedan servir de trampantojo para cobijar a nadie. Prensa, medios de comunicación domados y televisiones subvencionadas no sirven. Tampoco otros enredos. La realidad, aunque escondida, está ahí.
Los programas de Gobierno, si existen, relegados por una parafernalia que apesta, no han enfrentado ni solucionado los problemas antiguos, los debidos a la pandemia y los nacionales que están a la vuelta de la esquina. En consecuencia, por inoperatividad, no es que aquí haya ‘algo que ya no se puede aguantar más’, es que hay demasiadas situaciones que sugieren trastocar y reventar el estado de cosas que provoca este gobierno. Sánchez, con sus ministros, la parte del socialismo que lo apoya, los afines, socios y coaligados hasta ahora han intentando seguir. Sosteniendo a Sánchez, a cambio y a costa de lo que sea. Ahí están. Sea. Pero aparquemos simplezas y vayamos a lo que importa.
La necesidad-realidad pide que este Gobierno reviente. Sin elecciones a la vista, con Sánchez al timón, y con una legislación como la que tenemos, despreciando golpes de Estado y otras chorradas peligrosas y muy caras del espectro, no queda otra opción que aguantar. Por patriotismo de Sánchez, podría haber alguna solución-dimisión, pero no es el caso. Por eso, aceptemos de buen grado, o como se pueda, a Sánchez con sus cosas. Mejor que sean las suyas, y no las de todos. Yates y paseos en Falcón, veraneo con amigotes a cuenta del erario. La Mareta, Doñana. Quintos de Mora, Cabañeros. Y viajes, cuantos más y más largos mejor. Es más barato.
Aceptado-apartado Sánchez en su rol, están pendientes los problemas y las necesidades nacionales y el albur consuetudinario que acontece en la rúa. Algo hay que hacer, y es urgente. Hay veintitrés ministerios, algún ministro inoperante, otros que puede que sea mejor que no hagan nada, y alguno que puede hacer algo útil, aunque sea ministro de este gobierno. Pues bien, hágase algo. Por ejemplo, cambiar ministros. Puede ser a voleo, porque, visto lo visto, es posible que el azar sea más generoso que la sapiencia del presidente. Pero la decisión, porque así determina la ley, es suya. Por eso, ante la canícula del verano, no queda más que esperar que el Presidente pueda disfrutar, también él, atendiendo las sugerencias que le hagan sus más próximos. Podría entrase en la quimera, no juego, de valorar, ponderar y rechazar ministros. Pero, por respetos a todos, incluso a los ministros que bastante tienen con lo suyo, olvidémonos de tachar o anotar nombres. ¿Sugerencias? Miles, para unir a los miles de todos.
Pero, de momento, es más propio, y menos peligroso, entretenerse con una novela negra que empieza con el hallazgo en dos vertederos de trozos del cuerpo de una mujer negra, puta y nigeriana, explotada por mafiosos y víctima de un par de niñatos que, a la postre, van al trullo.
Noemí Trujillo y Lorenzo Silva, magníficos en la ficción los dos, conciben y asumen el argumento de su novela, plantean la acción y descubren a los culpables. Pero en el caso real, con el Gobierno de Sánchez y las peripecias de sus ministros, los que asumimos el argumento somos los que ‘disfrutamos’ con este gobierno. La acción sólo podemos usarla en elecciones (es el sistema). Y para encontrar y juzgar a los culpables… ¡ay, otra vez el sistema.
No está de más, no obstante, guardar respeto a una mujer negra, puta y nigeriana explotada por mafiosos y víctima de un par de niñatos que, a la postre van al trullo. En la ficción, hubo justicia. En la realidad, ante el Gobierno de Pedro Sánchez y lo que ha producido o no sabido atajar, la justicia está por ver.
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