Covid-19, la pandemia que puede convertirse en endemia mundial afecta a todos los países, pero no a todos igual. Por lo que muestran los datos, los efectos en España son alarmantes aunque se disimulen tras el eufemismo crisis. Las crisis sanitaria, económica y social copan telediarios y llenan primeras páginas. Pero, aunque interesan, no substituyen ni contestan las preguntas que importan y están en la calle: ¿Por qué las cifras de muertos, infectados, camas ocupadas en hospital y UCI son tan altas? ¿Qui prodest (quién se beneficia) con la Covid-19? ¿Qué hacen las autoridades frente a la pandemia? ¿Quién se preocupa del futuro? Sin duda, todas son importantes. Las tres primeras referidas a la pandemia, en cuanto a cifras, beneficiados por la aparición del virus y actividad de quiénes se encargan del asunto, merecen la atención. Pero es la última, la referida al futuro, la que urge respuesta y prima sobre las demás.
Las cifras que se manejan sobre los efectos de la pandemia están ahí, disimuladas por la fuente que las facilita y utilizadas por quién las maneja. Podría entrarse en ellas y analizarlas, pero, para lo que interesa, no conviene distraerse con cifras. A efectos prácticos y sin mostrar opinión, parece preferible ver alguna consecuencia. Como ejemplo, la que se deduce por lo publicado en el diario El Mundo, firmado por David Jiménez, con origen (parece) en The New York Times: “La incompetencia de los políticos españoles puede ser tan mortal como la COVID-19”.
En cuanto a los beneficiados por la Covid-19, aunque es arriesgado especular al respecto, no parece ocioso echar un vistazo a la realidad política nacional para comprobar hasta qué punto Covid-19 ha producido un efecto que sería ingenuo pasar por alto: Ha dado estabilidad al gobierno de coalición PSOE-UP; y, por ende, alargado la precaria continuidad de Pedro Sánchez como inquilino en la Moncloa.
Además de consideraciones sobre cifras y beneficiados por el virus, cabe ocuparse de la actividad de los que han de enfrentarse a él, o, lo que es lo mismo, ver qué hacen las autoridades frente a la pandemia. Llegados a este punto, es forzoso separar competencias – nacionales y autonómicas – para atribuir a cada ámbito competencial y autoridad la responsabilidad que tiene. Si lo hacemos, nos encontraremos con unas competencias del Gobierno de España que, una vez declarada la pandemia, son primordiales, únicas y excluyentes. Por ello, es incongruente y falso entender que la operatividad y autoridad del Gobierno de España ante la pandemia deba repartirse o compartirse con nadie. Abundando en la cuestión, es el Gobierno de Sánchez, quien, porque así lo establece nuestro ordenamiento, tiene la inexcusable obligación de enfrentarse a la pandemia, con independencia de los credos que haya en el Gobierno, las sensibilidades de sus ministros y lo que cada uno opine o haga. Además, al margen de la obligación del Gobierno y en atención a las competencias asumidas por las autonomías, éstas han de atender las necesidades que, en función de esas competencias, corresponden. Con lo anterior sentado y la información disponible, es posible abordar la cuestión para justipreciar qué hacen o han hecho las autoridades frente a la pandemia.
Reseñados los interrogantes sobre crisis y pandemia, queda ocuparse del futuro. Un futuro que se presenta difícil. Agravado con el hecho de que para encararlo hay que contar con la clase política actual. Un grupo heterogéneo que, con el Gobierno a la cabeza, muestra a cada momento cómo es, qué preparación, intenciones y programas tiene y qué se puede esperar de ella. Se ha dicho que tenemos (padecemos) el peor de todos los Gobiernos que ha habido en democracia. No es el Gobierno de Penenes que tras UCD ayudó, rindió servicios e hizo lo que pudo. El Gobierno de coalición PSOE-UP actual no es que sea peor que el de los Penenes bienintencionados de antaño, es que, al margen de la realidad y utilizándola, muestra unas maneras e intenciones que no es razonable presumir buenas. Mentiras a troche y moche. Intereses que no explican, ni se entienden. Fullerías. Incongruencias variables en el tiempo. Tácticas de cuadrillas, aisladas en oasis ideológicos, ajenas al interés de todos. Cambios de posturas y opiniones sin motivo. Apaños y embrollos para aprovechar cada uno las serendipias que surgen, proponen o inventan.
A la vez, con la economía a punto de hundirse, el entramado social y productivo se trastoca. Concursos de acreedores, quiebras y cierres de empresas. Desaparición de PYMES. Trabajadores y empresarios autónomos en ERES, ERTES o aumentando el paro. Ayudas sociales imprescindibles y en aumento. Recesión general. Comercio a cotas olvidadas en el tiempo. El turismo, retrocediendo, arrastra a los sistemas hosteleros y de restauración. La industria retrocede. Pirámide social descompensada. Ámbito político que inquieta por la incompetencia del gobierno y con los partidos que lo sustentan preocupados por mantenerse en el poder. Manifestaciones republicanas del vicepresidente Iglesias en disonancia con juramento o promesa de fidelidad a una Constitución que establece la monarquía parlamentaria. Independentistas a lo suyo. Moción de Censura presentada, pendiente y sin apoyos. Oposición Parlamentaria que, hoy por hoy, no ilusiona aunque pueda ser un repuesto de gobierno. Discrepancias con la UE. Posición confusa en instituciones…
Y la preocupación principal: la pregunta sin respuesta sobre el futuro. Es una respuesta que urge. Pero está sin contestar.
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