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30 octubre 2024
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JOSÉ LUIS HERAS CELEMÍN / Populismos

Los populismos en democracia, todos, con los disfraces que se usen, de Trump a Sánchez y de Maduro a Iglesias, deben someterse a la veracidad y moralidad que son convenientes, incluso imprescindibles, en la actividad política.

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En democracia, cuando se pasa de las ciencias puras (matemáticas) a las que se ocupan del gobierno y organización de la sociedad (sociología y política), el orden de factores, infractores y liderazgos a veces altera el producto. Existe la propiedad asociativa, pero no la conmutativa.

Es el caso de los populismos Trump-Maduro e Iglesias-Sánchez, distintos a los Maduro-Trump y Sánchez-Iglesias. Al agregar las influencias de Trump, Iglesias, Sánchez y Maduro, la suma es idéntica, pero el efecto es distinto con uno u otro liderazgo. Hay otros binomios posibles, además de los del título: Trump-Sánchez, Trump-Iglesias, Maduro-Sánchez, Maduro-Iglesias. Pero, por lo ocurrido en USA hace unos días (asalto al Capitolio) y visto en España (patrañas para llegar al Gobierno y enfrentar la pandemia), lo que importan hoy son los populismos Trump-Maduro e Iglesias-Sánchez. El primero porque afecta a todo el mundo. El segundo porque, aunque al mundo le importe poco, a nosotros nos inquieta y queda más cerca. Por ello, veamos liderazgos, para después entrar en los porqués.

Trump anterior a Maduro. Líderes ambos de USA y Venezuela, no es posible comparar sus potencias o capacidades económicas o bélicas. Podría argüirse algo en cuanto a capacidad de liderazgos, USA en el concierto mundial y Venezuela en una parte infinitamente menor, pero lo cierto es que Trump decide y Maduro no. Maduro, como mucho, enreda. En consecuencia, el único binomio con ellos es el del título Trump-Maduro.

Iglesias-Sánchez o Sánchez-Iglesias. Ambos son españoles, actúan bajo el paraguas de la UE aunque bajo auspicios ideológicos distintos (Comunista uno y Socialista otro) y, por lo que se ve, tienen algunas diferencias. Por ello, para precisar quien marca el orden de la dualidad es necesario ver la acción conjunta de ambos, qué la anima y los efectos que produce para cada uno. Inmersos ambos en el Gobierno de coalición que conocemos y gobierna, se nota que el principal efecto para ellos es la consecución, uso y conservación del poder. El poder como ánimo común, fruto compartido, y foco para el reparto de sueldos y gabelas. A partir de ahí, sin considerar al pueblo y lo que ambos significan, los efectos para cada uno de ellos son distintos: Presunciones, frades y fardes en Sánchez y sus subordinados socialistas, con pérdida de simpatías, apoyos y el respeto al socialismo del pasado. Y la realidad impuesta por Iglesias a la coalición que gobierna; desde ella, usando los ministerios, altos cargos y cargos como serendipias encontradas para disfrute y uso propios, el orden es evidente: Iglesias-Sánchez no Sánchez-Iglesias. Pablo Iglesias define e impone sus ofertas electorales para España hasta donde puede con los diputados que España le concedió. Y Pedro Sánchez, como Presidente del Gobierno dócil al yugo de Iglesias, reniega de sus ofertas, aparca algunos de los principios socialistas históricos y obedece al dictado.

Populismo, como tendencia política que dice defender los intereses y aspiraciones del pueblo. Intereses y aspiraciones que en democracia deben marcarse y entenderse referidas a la oferta hecha al electorado que resuelve con su voto en función de lo ofrecido. Desde este supuesto, los populismos de Trump, Iglesias, Maduro y Sánchez, dejan de ser la potestad y apetencia del que decide (un dictador que en democracia es imposible), para convertirse en una obligación contraída por quien use el poder en la realidad sociopolítica demócrata. Para marcar prioridades y orientar la acción en el marco social informado, como apunta J.M. Ros Cherta en el prólogo de su tesis ‘El concepto de democracia en Alex de Tocqueville’. Para referir la acción, induzco, a la oferta electoral. Y para encontrar lo porqués que, atendiendo el interés del pueblo expresado en las urnas, justifican la actividad política moderna.

En virtud de lo anterior, cabe deducir, los populismos en democracia, todos, con los disfraces que se usen, de Trump a Sánchez y de Maduro a Iglesias, deben someterse a la veracidad y moralidad que son convenientes, incluso imprescindibles, en la actividad política. Si en algún caso prescindieran de la verdad, se apartaran de la rectitud moral o usaran métodos impropios, como pudiera ocurrir en los casos que apuntamos, la conclusión es evidente: Las sociedades que en USA, Venezuela o España, los mantienen, financian y padecen, porque tienen derecho a restitución, deben, primero, investigar actos y comportamientos para determinar responsabilidades, informar al electorado de lo descubierto, apartarles de la esfera pública y tomar compensación por los perjuicios soportados.

En Venezuela, no parece que Maduro y los que le rodean salgan de una forma de hacer que es conocida. En USA, en poco tiempo, el día 20 de Enero, va a haber un cambio de Presidente que, esperamos, tratará de mantener la democracia americana en las cotas de veracidad y moralidad que la hicieron respetable y convirtieron en primera potencia mundial. Con España en la Unión Europea, ¡Ay!, hay que atarse los machos porque las previsiones son difíciles: gobierna el populismo Iglesias-Sánchez, con lo que significa.


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