El fin del Gobierno de coalición PSOE-UP que preside Sánchez está cerca. Se mantiene por el poder y por las bicocas que produce. Sánchez y los suyos lo saben. Desde hace tiempo. Los idus de marzo, en el calendario romano augurios favorables hasta el año 44 a.C. en que Bruto asesinó a Julio César, marcan fecha. Aunque exista, los idus de este año no avisan, de momento, de una trama alevosa contra el Gobierno capaz de abatirlo. ‘Cuídate de los idus de marzo’, es la frase de Shakespeare en su obra ‘Julio César’ teatralizando el hecho. En aquella fecha (1599) se produjo la precisión del vidente: “Han llegado, sí, pero no han terminado”. Ahora, sin precisiones, los idus han llegado, y, sin aviso, hay expectación.
Según Plutarco, a César le avisaron de la conjura y del peligro. Sánchez y su gobierno, con conjuras y peligros o sin ellos, no necesitan avisos. La estabilidad de la coalición PSOE-UP se mantiene por dos circunstancias: Reparto de intereses. Y una base, mezcla de socialismo con un ego atrevido, conocida como sanchismo, en la que se asentó el tinglado Frankenstein que mantiene el inquilinato monclovita. Marrullería. Principios difusos. Patriota en beneficio propio. Tirrias y afectos sin inspección. Lacras y taras mil. Pero ante el conjunto de cualidades y defectos de Sánchez, hasta ahora no ha habido algo capaz de impedir la continuidad de su gobierno. Líder, desalojado por su partido de la Secretaría General y vuelto en unos meses, renació para tomar venganza contra adversarios y convertirse en el factótum socialista. Asentado en una izquierda supuestamente moderada e intercambiado favores, Sánchez ha hecho y desecho sin reparo ni recato. Hasta hace unos días.
El cambio de paradigma apareció imprevisto. Explosivo. De buenas a primeras, el líder se descubrió como un pelele. En los años de gobierno, desde que llegó a la Presidencia tras una Moción de Censura, Sánchez ha hecho de todo; y muchas veces mal: Coalición con UP. Apoyos independentistas. Lenguaje inclusivo. Veintitrés ministros. Tres vicepresidencias. Ceremonias con o contra Franco. Historia sin memoria. Gestión caótica de la pandemia. Muertos sin contar en España engañada con una comisión de expertos que no existió. Estados de Alarma fuera de ley. Noticias, inducidas, que copaban titulares y telediarios: Franco, Valle de los Caídos. Economía maquillada. Presupuestos sin consenso. Deuda pública desbocada. Atención al volcán en la isla de La Palma. Marrullerías con Autonomías. Agentes sociales en la sopa. El rey Juan Carlos fuera. Pederastia. Violencia de género Y la invasión de Ucrania, bautizada Guerra Putin.
Putin se convirtió en el enemigo, que parece es, y en el origen de todas las desgracias. Hasta ahí la cosa iba como iba. Sánchez, ‘Aló presidente’ en el algún caso, iba trampeando. Enseñando dientes a UP y sonriendo a quien hiciera falta. Falcón. Viajes. Uso de televisiones públicas y privadas. La Fiscal General del Estado dispuesta. Y la corrupción, lista o apagada a voluntad, informativamente controlada.
De pronto, alarma: El líder convertido en pelele. El descubrimiento se produjo a cuenta de la ayuda española a Ucrania. Un lunes, el presidente, enfático, informó, para conocimiento de tirios y troyanos, que España ayudaría a Ucrania mandando vendas, tiritas y chalecos antibalas. Defensa pura. El miércoles cambió de opinión y anunció el envío de armamento ¿Motivos? Uno lo expuso la ministra de Defensa: “(el criterio) ha ido evolucionando cada día en función de las circunstancias”. Es la confesión de la realidad, una razón voluble del presidente que implica España en envíos a contendientes de una Guerra con un propósito que evoluciona en función de circunstancias. Difícil de entender, había que buscar información. Teléfono, confidencia y explicación: Borrell. En minutos, ni siquiera dentro de una hora o de unos días. España debe anunciar que manda armamento. Ya. Fue Borrell.
Pelele en manos de Borrell, si es él quien manda. Monigote manejado por los que dan instrucciones que obedece. O títere, polichinela o marioneta para escarnio suyo, del Gobierno y de todos.
Los idus de marzo han llegado, sí, pero no han terminado. Otro incidente, uno más, que pone al presidente en solfa, ha ocurrido con ocasión de la publicación del rey de Marruecos de una carta firmada por Sánchez cambiando la política internacional de España. A riesgo de ser exhaustivos, repasemos titulares: Sánchez cede ante Marruecos sobre el Sahara para cerrar la crisis diplomática en plena crisis energética (ABC). España toma partido por Marruecos en el conflicto del Sahara (El País), Sánchez cede ante Marruecos sobre el Sahara en un gesto que le enfrenta a Podemos y Argelia (20 minutos) Pedro Sánchez se pliega ante Marruecos y entrega el Sahara 46 años después (El Mundo).
Conclusión: Si alguna vez lo hubo, líder agotado. Sánchez y los suyos lo saben. Desde hace tiempo. Sin cabeza pensante ni preparación, el gobierno actual no sirve. No sabe qué hacer, cómo hacerlo y cómo implicar a la sociedad en una tarea nacional que es de todos. Se ha borrado de la actualidad con decisiones erráticas: Criterios para ayudar a contendientes en guerra mutantes. Política internacional dictada a espaldas del parlamento y engañando. Manifestaciones de agricultores y ganaderos de la España vacía desairada. Huelga de transporte sin atender, con carburantes caros, leches vertidas, frutos y productos perecederos perdidos, y animales sacrificados o desnutridos. Mientras, el Gobierno, a remolque.
Idus de marzo. En puertas, finiquito al Gobierno Sánchez.
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