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17 noviembre 2024
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JOSÉ LUIS HERAS CELEMÍN / Crisis ministerial, no de Gobierno

Illa fuera, a Cataluña. Darias (sin vírgula en la ‘i’) al quite-desquite en el Ministerio-misterio de Sanidad. E Iceta, ¡ay Iceta!, bamboleado y bamboleando.

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Salvador Illa fuera, a Cataluña. En beneficio de los catalanes (¿?), o como bálsamo salvífico que libera a todos, catalanes incluidos, de sus trolas e ingenuidades en la pandemia que no supo o pudo atajar. Carolina Darias (sin vírgula en la ‘i’) al quite-desquite en el Ministerio-misterio de Sanidad. E Iceta, bamboleado y bamboleando por su biografía, ascendido al trono-cadalso del consejo de ministros, como premio a una fidelidad bien aprovechada.

Para ver la actuación de Sánchez con su exministro de Sanidad y con los que hay alrededor, que es la noticia del momento, como cuestión previa, definamos conceptos para entender diferencias: Crisis, define el diccionario de forma genérica, es el “cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que estos son apreciados”. Por ello, crisis de Gobierno es el cambio de consecuencias importantes en la situación del Gobierno. Pero, cuando la crisis se especifica como la ‘crisis ministerial’, que matiza el diccionario en su acepción 4, nos encontramos ante la “situación política en la que uno o más miembros del Gobierno han dimitido o han sido sustituidos”.

Durante estos días, en los mentideros políticos, la situación del Gobierno de coalición PSOE-UP y lo que le acompaña daban para todo, Crisis de Gobierno o crisis ministerial. En el runrún, con los aditamentos habituales de rumores y filtraciones, se encontraban: Hechos sin fuentes que nadie creía, cuchicheos con apariencia de fake-news, algunas verdades (pre o post), y los bulos, noticias y noticiables que han ocupado los medios de comunicación. Entre ellas, porque dan una visión actual del Gobierno, apuntemos algunas, con el aditivo prudente y cursi de ‘supuesto’: Pendencias entre miembros de Unidas Podemos y PSOE (las de los vicepresidentes del gobierno merecen reseña). Tirrias entre ministros con damnificados (Marlaska y Robles, desde los ministerios de Interior y Defensa han llenado páginas, por ceses o dimisiones de militares de alto rango). Presentación de dimisión ante ‘mi persona y ‘su sanchidaz’, por hartazgo y algo más (“Escrivá presentó su dimisión porque está ante los mismísimos de Sánchez”, corrió en algún chat). Y la oferta mayúscula, no para erosionar la coalición de Gobierno, sino para quebrar la unidad de UP, dar al traste con el liderazgo de Iglesias y permitir la ascensión de la ministra de Trabajo Yolanda Díaz a responsabilidades distintas a la actual (en UP sin Iglesias, en el PSOE, o en los supuestos que han corrido por ondas, teléfonos y emails).

Además de rumores, la situación nacional: Pandemia, economía con quebranto social, pobreza y, lo peor: Falta de proyecto. Es cierto que la penuria ha venido de sopetón y arrinconado al gobierno. Por eso, en esta situación era posible, incluso útil, un cambio profundo del gobierno con consecuencias importantes. Sánchez, sólo, con coaligados (los actuales u otros), podría haber hecho una crisis de Gobierno. Para hacerlo, además de voluntad, debería tener un proyecto y la posibilidad de enjaretar un Ejecutivo capaz de enmendar los yerros que todo el mundo conoce. La crisis y lo que produce están ahí y frente a ellas y ante la UE no caben patrañas, los ‘aló presidente’ del pasado, ni las proclamas que salen de Moncloa y no escuchan ni los adeptos. Se necesita un proyecto de futuro viable, el que sea. Para tirar para adelante, por supuesto. Y para demostrar que el Gobierno de España no puede servir, como elemento de distracción, para satisfacer unos egos, enfermos, que lastran el presente de todos. Sea verdad o no, hay quien cree (acaso sean mayoría) que el gobierno Sánchez-Iglesias no busca el bien nacional, sino el suyo propio.

Puede que, inmersos en la peripecia-vorágine personal de algunos de sus miembros, se entienda que con una crisis ministerial, como la decidida, con el corrimiento de Illa, el movimiento de Darias y el reacomodo de Iceta, se cancele la urgencia. Si es así, en la democracia que tenemos, no hay otra opción que esperar a que el pueblo ejerza su derecho de decisión en las urnas. Mientras tanto, más valdría otear el horizonte, para prever sinsabores y paliar desgracias.

Parece ser que vamos, estamos ya, abocados a una legislatura larga. La coalición PSOE-UP, al margen de todos y por el afán de supervivencia de sus miembros, de momento y por unos meses, no tiene otra opción que seguir como está. De momento, se ha prescindido de Illa, en una patada a seguir, que propicia continuidad para quien la da y difumina perspectivas: Una coz en toda regla, a nuestra sociedad y en nuestras propias posaderas.
Tras la crisis ministerial, cabe esperar que Sánchez, Iglesias y adláteres, sin perspectivas de futuro atractivas (no tienen preparación ni saben qué hacer) sigan a lo suyo. Pasado un tiempo, el calendario político nacional aún está por marcar, es de suponer que la necesidad nacional acucie, que las apetencias de los rectores nacionales (Gobierno y asociados) marquen prioridades ineludibles (para ellos, con sintonía con todos, o no), que aboquen al “cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que estos son apreciados”.

Pero, de momento, la crisis de Gobierno que algunos esperaban se ha convertido en la crisis ministerial que apunta la acepción 4 que marca el diccionario. O, lo que es lo mismo: Illa fuera, a Cataluña. Darias (sin vírgula en la ‘i’) al quite-desquite en el Ministerio-misterio de Sanidad. E Iceta, ¡ay Iceta!, bamboleado y bamboleando.


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