Corría el año 2015, enfrascados casi todos en la campaña electoral por las municipales y autonómicas de Castilla La Mancha. Era mayo y recuerdo que el buen tiempo nos abrazaba con intensidad cuando recibí un mensaje de invitación para acudir a un mitin en el municipio de Marchamalo, al que acudía Emiliano García-Page como candidato a la Presidencia de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
Confieso que llevaba ya cierto tiempo alejado de la política, descreído quizás por muchas circunstancias vividas en primera persona, pero también por la desidia y dejadez de un Gobierno regional dirigido por María Dolores de Cospedal que, lejos de impulsar nuestra región con empeño y dedicación, se había instalado en la apatía y la dejadez, sin gestión ni ilusión alguna por nuestra tierra.
Recuerdo como Emiliano, desde que tomó el atril en aquel acto electoral, me transmitió fuerza, ganas e ilusión, quedándoseme grabada una frase que me viene a la memoria frecuentemente y que decía así: “Pretendo ganar y gobernar para todos y todas las ciudadanas, quiero ganar para devolver a nuestra tierra y a nuestros paisanos de Castilla-La Mancha los derechos y la dignidad que nunca debieron de arrebatarles, ese será mi objetivo al frente del Gobierno regional”.
Pues bien, transcurridos ya algunos años, después de ganar a una derecha que solo se ha creído la región como un simple instrumento de poder, y después de muchos esfuerzos diarios por dirigir hacia buen puerto el quehacer del Gobierno, creo firmemente que esta región ha recuperado sus derechos con creces; no solo en ámbitos como la sanidad, con un esfuerzo presupuestario sin precedentes, o en los servicios sociales y la cohesión territorial, en la educación o en ámbitos como la defensa del agua o la mejora en la equidad de la financiación autonómica, tan de moda ahora por las circunstancias nacionalistas y los equilibrios funambulistas del poder estatal.
La dignidad es gobernar para todos y todas, poner el presupuesto y las medidas del Gobierno al servicio de todos y de todas y es, además, defender tus convicciones como parte del Estado que se es, con la firmeza que se requiere en cada momento, frente a cualquier presión o chantaje, y aplicar el sentido común de la mayoría de la ciudadanía en su representación.
Un presidente de Gobierno lo es siempre de la mayoría o se convierte en un presidente de Gobierno cojo en sus afirmaciones. La lucha por la igualdad no se negocia y Emiliano es un claro ejemplo de orgullo para todo aquel que se siente ciudadano castellanomanchego y, por supuesto, español. Sus declaraciones son siempre una muestra clara de la coherencia tanto en sus convicciones, como en sus afirmaciones, siempre defendiendo los intereses de los castellanomanchegos por encima de la defensa partidaria o de cualquier otra que no sea el interés general.
En aquel mitin se nos prometió recuperar nuestra dignidad y creo que, como en un espejo en el que podemos confiar y reconocernos cuando nos miramos, con creces la tenemos cada día con el comportamiento del presidente de Castilla La Mancha.