Los veterinarios no se ponen de acuerdo de si se trata de ejemplares hermafroditas o no. Otros apelan a ubicar la excepcionalidad de estos animales en procesos de atrofia testicular, lo cual tampoco deja en muy buen lugar a sus protagonistas. Lo cierto es que desarrollar la cuerna y mantenerla cubierta todo el año de esa capa suave y gruesa a la que llaman «peluca» es lo que hace únicos a estos corzos, tan preciados como trofeos, por su rareza.
Vistos los casos que trascienden en las revistas especializadas, hay que pensar que estamos ante una alteración genética, transmitida linealmente en las zonas de Guadalajara donde viven estos animales, hasta que son cazados. El último del que se tiene constancia es de este mismo mes de julio y no es uno, sino dos, porque dos son los casos que se han conocido.
Nos explicamos. Uno de ellos cayó bajo el rifle de un cazador que asegura que llevaba cuatro meses tras ese corzo, aunque sube hasta la quincena el número de animales con alteraciones en las cuernas que ha conseguido cazar hasta el momento, a lo largo de varios años.
También en julio de 2023 se ha dado a conocer otro trofeo, esta vez por parte de una cazadora guadalajareña, con una sucinta explicación en el Instagram de la más conocida revista especializada en este ámbito y en cuya web se da una explicación mucho más detallada.
Por más que extrañe la denominación que aplican los cazadores a estas piezas, lo cierto es que no es la primera que se abate en la provincia. Por ejemplo, en 2022 «Jara y Sedal» se hacía eco de otro caso. Un cazador alcarreño, José Luis Álvarez, abatía el pasado 2 de septiembre un corzo con peluca. En años anteriores también hubo más.