Después de los Reyes Magos y del atracón de polvorones y roscón, en la Guadalajara de 2021 lo que más preocupaba, exactamente como hoy, era el coronavirus… y eso que aquel 7 de enero amanecía la ciudad con 8 pacientes de COVID en la UCI, que son menos que la docena actual. Los enfermos en planta por el virus sí que eran algunos más, puesto que había 62. La nieve se esperaba, pero aún no causaba problemas. Tampoco nadie creía que llegaría a pasar lo que pasó.
Aquel jueves, desde la medianoche a las ocho de la mañana, de los 28 primeros incidentes causados en Castilla-La Mancha por el temporal –que ya se conocía por su nombre, ‘Filomena’– ninguno había ocurrido en la provincia de Guadalajara. La región tenía activado el Plan Específico ante el Riesgo por Fenómenos Meteorológicos Adversos (Meteocam) desde la víspera.
A lo largo de la mañana del 7 de enero de 2021 ya se habían visto afectados 4.123 kilómetros de la Red Regional de Carreteras, siendo la provincia con más actuaciones la de Albacete, con 1.620 kilómetros de la red afectados, seguida de Cuenca con 1.010, Ciudad Real 906, Toledo con 535 y Guadalajara… con 53 kilómetros. En esta provincia, 12 máquinas quitanieves, 9 máquinas complementarias y 41 operarios esperaban a «Filomena» trabajando, pero todavía sin los agobios que llegarían horas más tarde.
El caso de la capital
En el Ayuntamiento de Guadalajara, Pilar Sánchez y los técnicos municipales se las vieron y desearon para adaptar a las circunstancias un plan de nevadas que, según explicó entonces «llevaba más de diez años sin tocarse».
Entre los vehículos preparados para afrontar el temporal se contó 5 quitanieves, 14 camiones, 18 furgonetas, un dumper con pala, 2 barredoras y 4 vehículos móviles. Se multiplicaron por 6 las toneladas de sal disponibles, que pasaron de 40 a 240. Un dispositivo al que se sumaron también los materiales de los servicios de emergencias como Bomberos, Policía Local y Protección Civil.
El gabinete de crisis permanente ya estaba activado, presidido por el alcalde, Alberto Rojo. Se habilitó el Centro Social del barrio de Escritores para que las personas sin hogar se pudieran alojar en él durante los días de extremo frío.
Las previsiones se vieron, pese a todo, desbordadas.
¿Quién no se acuerda de lo que pasó después?
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