El Profesor Titular de Psiquiatría de la Universidad de Alcalá, Guillermo Lahera Forteza está vinculado al Hospital Universitario Príncipe de Asturias y es Secretario de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB). En esta entrevista valora la propuesta de Ley sobre Salud Mental, hace un balance de los recursos destinados y analiza cómo la pandemia ha afectado psicológicamente a los ciudadanos.
– ¿Qué propone la Ley General de Salud Mental?
– Es una proposición de ley presentada por el grupo Unidas Podemos y que ha sido admitida a trámite en el Congreso de los Diputados. Afortunadamente, aún queda pendiente de alegaciones de los grupos parlamentarios, que supongo serán numerosas y sustanciales. Lo que propone fundamentalmente es legislar específicamente para las personas con problemas de salud mental, o, en sus palabras: “garantizar el derecho a la protección de la salud mental de todas las personas y regular el acceso a una atención sanitaria y social de calidad».
– Desde la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP y SEPB), ¿están de acuerdo con la propuesta?
– Entendemos que la intención de la propuesta puede ser buena pero el resultado es muy deficiente. La idea de legislar específicamente en salud mental ya se desechó en los años 80 y se optó por incluirse en la Ley General de Sanidad, considerando que nuestros pacientes son como el resto, evitando el señalamiento y la estigmatización. La mayor parte del contenido de esta propuesta ya está regulado en el marco legal sanitario; en su texto a veces se insiste en algo que se lleva haciendo desde hace 30 años (ej. el consentimiento informado, la orientación comunitaria…). Otros elementos, aun siendo interesantes, pertenecen más a una Estrategia de Salud Mental que a una Ley, por ejemplo, las ratios de profesionales. Finalmente, la propuesta pretende criticar un supuesto reduccionismo biológico en salud mental con otro reduccionismo, en esta ocasión social. Se dañan deliberadamente los factores biológicos involucrados en la aparición de la enfermedad mental, abandonando la complejidad del modelo biopsicosocial. En la era de las neurociencias, poco ayuda a los pacientes y a las familias el hecho de negar la participación de la genética y la biología, que siempre operan en continua interacción con los factores ambientales. No podemos convertir el campo de la salud mental en terreno para la lucha ideológica sino para el avance del conocimiento científico. Esto es totalmente compatible con la participación y el respeto escrupuloso por los derechos de las personas afectadas y sus familias. Recientemente la FACME (Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas) ha suscrito nuestra posición.
– ¿Existen recursos suficientes en la sanidad pública para atender la salud mental de los ciudadanos?
– Claramente no. Ahí es donde hay que incidir. En España se hizo una Reforma Psiquiátrica que supuso un paso enorme -el paso de los manicomios a la atención comunitaria- pero se ha quedado incompleta. Pasamos de tener 43.000 camas hospitalarias en 1978 a 12.000 en 2011. Pero, ¿se ha desarrollado de forma proporcional la red de atención a la salud mental? No, los centros de salud mental (CSM) están colapsados y faltan muchos recursos intermedios como hospitales de día, hospitalización domiciliaria, equipos de crisis, etc. En España solo se dedica un 5,1% del gasto sanitario a la salud mental, frente al 7,5% de media en la UE. España tiene cuatro veces menos profesionales en la sanidad pública que la media europea: 11 psiquiatras por 100.000 habitantes (Suiza 52, Alemania 27, Francia 23, Holanda 24, Polonia 24), 6 psicólogos clínicos por 100.000 habitantes (media UE 18, Alemania 49, Francia 48). El tiempo de espera para consulta es de alrededor de tres meses y el 35% espera más de seis. Y, finalmente, en Atención Primaria hay una falta tanto de profesionales como de formación específica en salud mental. Por todo ello, no necesitamos una Ley específica de Salud Mental sino determinación política y recursos para impulsar la atención en Salud Mental.
– ¿Cómo ha afectado el coronavirus desde el punto de vista psicológico? ¿ha aumentado la demanda de ayuda?
– Desde el principio, la pandemia ha puesto en primer plano la importancia de la salud mental. Ha habido un claro aumento de los niveles de ansiedad y depresión, reflejado en varias encuestas poblacionales. Según el CIS, el 6,4% de la población ha acudido a un profesional de la salud mental por este motivo. Nosotros, los profesionales de la salud mental, hemos visto un incremento de la demanda, llamativamente en los adolescentes. Según datos del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, durante el 2020, las tentativas de suicidio entre niños y jóvenes aumentaron en un 250%.
– ¿Cuál ha podido ser la causa?
– No está del todo claro, pero yo resaltaría la importancia de la interacción con personas de su edad en esta fase crítica del desarrollo. Las medidas de distancia social han sido vividas por algunos adolescentes con gran distrés y tendencia a las autolesiones y la ideación suicida. Es fundamental que eduquemos en resiliencia, tolerancia a la frustración y la adversidad, relaciones socioemocionales sanas… La prevención de la salud mental empieza en la educación.
– Desde hace años existe la teoría de que los medios de comunicación no tratan el tema del suicidio porque tiene un efecto llamada, ¿esto es así o cree que debería visibilizarse este hecho?
– Hoy en día sabemos que el llamado ‘efecto Werther’ o contagio no se produce si los medios hablan del suicidio con rigor, sensibilidad y vocación de ayuda. Si se hace bien, hablar sobre el suicidio es muy positivo, tiene un papel preventivo. Están realizándose documentales de calidad, reportajes periodísticos con alto valor testimonial y poco a poco va dejando de ser un tabú. La idea es contribuir entre todos a la prevención de un grave problema de salud pública.
– ¿Cómo se puede prevenir el suicidio?
– Las estrategias de prevención que se han mostrado eficaces hasta la fecha son: restricción de medios letales; tratamiento farmacológico y psicoterapéutico de enfermedades mentales subyacentes; red de seguimiento para pacientes con intento de suicidio; programas de concienciación en institutos; entrenamiento a médicos de atención primaria en detección y manejo del riesgo suicida; intervenciones telefónicas o Apps en crisis; medios de comunicación como estrategia de prevención. La prevención del suicidio es posible, pero exige coordinar medidas en sanidad, servicios sociales y educación.