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29 enero 2025
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Guía para visitar Waterloo (sin saludar, necesariamente, a Puigdemont)

Del 28 al 29 de junio de 2025 se celebrará una gran reconstrucción histórica de la batalla de Waterloo, por su 210º aniversario. Reserva ya tu entrada y aprende las claves de una visita de lo más interesante.

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Pasan los años y Carles Puigdemont, como el dinosaurio de Augusto Monterrosso, sigue allí. Y allí es, concretamente, Waterloo.

Hace más de dos siglos, Napoléon creyó posible entrar triunfante en Bruselas, pero Wellington y los errores de comunicación del corso con sus propias tropas lo impidieron. Ingleses y prusianos detuvieron al general galo en una inmensa explanada, convertida en arcilloso campo de batalla. ¡Como para mover con la rapidez necesaria los cañones que tantas victorias habían dado al francés…!

En el subsuelo aún hay restos del feroz encuentro y de las víctimas que dejó. De cuando en vez aparecen restos materiales de uniformes y pertrechos, así como alguna osamenta descarriada.

Aún hoy, en este 2025 que marca el primer cuarto de nuestro siglo, el viajero tiene buenos motivos para hacer un hueco en la agenda y asomarse a esta parte de Valonia, tan cercana a la capital del país. Más concretamente, del 28 al 29 de junio próximos se celebrará una gran reconstrucción histórica de la batalla, por el 210º aniversario. Las entradas van de los 10 a los 40 euros, parking aparte, y se pueden reservar ya desde Internet.

Mucho que ver y recordar en Waterloo

Aquí, en mitad de la Bélgica que todavía es quintaesencia de Europa, podremos saludar al ya citado Carles Puigdemont o regalarle una butifarra, según lo que cada cual entienda que mejor corresponde.

También podemos poner en el coche la cancioncilla de Abba que les valió ganar Eurovisión.

Las tonterías a nuestro alcance son infinitas llegados a este punto, pero lo más provechoso si se tiene alma de viajero o, simplemente, de ser humano con memoria, es acercarse hasta el centro de información turística, pagar lo que te piden (27 euros los adultos, 13,50 euros los niños durante la temporada alta) y dejarse ir plácidamente por un museo a la moda moderna que te transportará hasta el campo de batalla de 1815. Instructivo y muy entretenido.

En este Memorial del siglo XXI no falta de nada, ni siquiera un documental en 4D que te mete directamente en la batalla. Recomendable tomarse un tiempo para leer la documentación, ver las escenas y los escenarios, repasar los uniformes y los más mínimos detalles de una batalla que forjó la Europa que conocemos.

El antiguo edificio, que también es visitable y que mantiene dentro una gran maqueta, es interesante por lo que evoca su arquitectura.

La Colina del León, inevitable, te exigirá buenas piernas para llegar a su cima. Una vez allí, comprobarás y comprenderás mejor lo absurdo de la guerra, así como su eficacia para resolver hasta anteayer conflictos entre naciones. Subir la laaaaaaarga escalera requiere ánimo y esfuerzo, aunque la recompensa es una vista descomunal. Lo fácil es perder la cuenta del número de escalones. Dicen que son 226. Yo no podría jurarlo.

Napoleón aseguró a sus generales que esa noche estarían cenando en Bruselas. No fue así, ya lo apuntábamos más arriba. Quien sí se puede tomar una buena cerveza es el viajero. Merecida, naturalmente. La hay con la marca propia del lugar, de cuerpo rotundo. Si el tiempo acompaña, aproveche para comer en la terraza, en la discreta compañía de turistas de otros países. Es buen ejercicio ese de convivir.

Y si llueve, tampoco sufra: siempre escampa. Lo que mismo que tras la guerra llega, inexorable, la paz. Mientras dura, claro.

Eso y más es lo que se aprende en este lugar.

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