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Guadalajara
18 abril 2025
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EL PASEANTE / Guadalajara, una ciudad ecológica, sostenible y sorprendente

Guadalajara es, por pleno derecho, una ciudad ecológica, sostenible y sorprendente. Aunque, quizá, de un modo distinto a lo deseable. Un preclaro ejemplo de colaboración público-privada entendida al alcarreño modo.

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Cuánta razón tienen nuestros amados políticos cuando, en sus charlas de conciliábulo y autoayuda colectiva, despotrican en privado contra los periodistas en general e incluso contra los gacetilleros locales, pese a lo pastueños que estos suelen ser.

No hay espacio para la crítica si se mira bien; es decir, con los ojos fijos donde ellos quieren y dando por buenas las justificaciones que planteen para defender su inacción.

Por eso, para que nadie le niegue a este paseante un propósito cívico y bienintencionado de aportar un rayo de sol y de cándido optimismo, habrá que interpretar lo que desde el despacho de la Alcaldía se puede avizorar y explicarlo en sus justos términos.

Si la alcaldesa se asoma al balcón de las Casas Consistoriales quizá atisbe el espectáculo de la radiante naturaleza que hace de Guadalajara una ciudad sumamente ecológica, incluso a escasos metros del Ayuntamiento. Todavía no ha crecido la hierba entre la dura piedra que cubre la Plaza Mayor, pero todo se andará. Lo que ya tenemos es un anticipo de tal verdor, que interesa ver con detalle.

La próxima vez que se apreste a subirse al coche oficial, ese que la espera siempre paciente en la zona peatonal, Ana Guarinos puede deleitarse como cualquier otro de sus conciudadanos con el inmarcesible espectáculo de la renacida fachada de «El Maragato». Sí, esa misma que decidieron demoler tras varios lustros de esperas y litigios, para que allí se levantara un edificio que no llega y en el puritito centro de una Guadalajara asolada de solares.

Después de las últimas y prolongadas lluvias, la densa vegetación que se ha adueñado de los restos de la vieja pescadería aportan un elegante tono de mágico verdor, reconfortante para el espíritu y solaz de nuestros ojos. ¿Cursi? No, real. Un preclaro ejemplo de colaboración público-privada entendida al alcarreño modo. Y, además, espectáculo gratuito y sin estar sometido a tasa municipal alguna. Para que luego digan de la amable política fiscal del Consistorio…

Guadalajara es, por pleno derecho, una ciudad ecológica, sostenible y sorprendente, ya lo están viendo. Sorprendente sobre todo para nuestros visitantes, que no terminan de comprender el intríngulis de este tenaz empeño de mantenerla tan desbaratada. Ellos ignoran que esa es la forma local de alcanzar lo «sostenible» más allá de la denostada Agenda2030: ¿Qué puede haber más «sostenible» que dejar todo como está, para que permanezca sin arreglo mientras el Sol ilumine y Donald Trump no adelante el final de los tiempos?

Gracias sean dadas, pues, al Dios de la Lluvia y a la dejadez de los fieles servidores públicos que se empeñan en relativizar de un modo tan práctico el tiempo (ese que no pasa) y el espacio (ese que apenas cambia) de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Guadalajara, donde la paciencia tomó asiento y allí, como casi todo, permanece.

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