Al que le diga que Guadalajara es una ciudad muerta, hágale una trompetilla con la mano. Y al que le asegure que la provincia ya murió, respóndale con una butifarra en toda su dimensión. Guadalajara no es una ciudad muerta. Y la provincia, tampoco.
La desidia de algunos y la torpeza de otros mantenida durante décadas casi convirtió en un ataud de ladrillo el centenario edificio del Mercado de Abastos. Este sábado se ha demostrado que el presunto cadáver está muy vivo, a poquitas caricias que se le den.
El mérito de esta resurrección por un día no ha sido del Ayuntamiento de Guadalajara sino de APAG, a través de Coagral. Ellos han sido los promotores de una convocatoria de éxito, el "Día de los Alimentos de Guadalajara", que ha llenado todo el recinto de visitantes, al reclamo de una treintena de expositores. Y los comerciantes de la planta baja, tan contentos, obviamente.
Que nadie diga que estamos muertos, porque nos va la marcha.
El que quiera entender, que entienda.
Y el que tenga la obligación de poner esto en marcha y para siempre, ya está tardando.