Fue una moda que duró años hasta llegar el olvido. En algún caso, sirvió para que los chavales de Guadalajara practicaran, aquí o allá, el inglés e incluso el francés. Y poco más.
En las últimas décadas, han sido muchas las ciudades de toda Europa que se han hermanado entre sí, con el ánimo de mejorar la amistad de las naciones. Ese «estrechar lazos» derivaba a veces en viajes institucionales y, sobre todo, escolares.
En el caso de Guadalajara, lo más fructífero fue el entendimiento con la británica Nuneaton, que hasta tiene una calle en su honor. Muchos fueron los intercambios, que siempre resultaban algo parecido a un acontecimiento, sobre todo para las familias acogedoras.
Ciudad del condado de Warwickshire, Nuneaton es tierra de mineros y su origen se remonta al de un monasterio benedictino. Lo mejor para el visitante es, ciertamente, su cercanía a Coventry.
Nuneaton no fue, ni mucho menos, la primera ciudad en hermanarse con Guadalajara, ya que su documento se firmó el 22 de noviembre de 1990.
Curiosamente, los británicos también comparten lazos formales con Roanne, en el este de Francia, con la que el Ayuntamiento de Guadalajara selló su amistad el 17 de septiembre de 1980, poco después de haberlo hecho (en noviembre de 1979) con la italiana Livorno, la del puerto en el Mar Tirreno y próxima a la muy turística Pisa. Con ella empezó la serie.
Ni siquiera hay relación frecuente con la Guadalajara de Jalisco
En Italia, Guadalajara cuenta desde 1982 con otra hermana incluso de más enjundia: Parma, la del famoso queso parmesano, en la región de Emilia-Romaña.
Más exótico, e igual de olvidado, es el que caso de Nitra. Aclaremos que esa ciudad está en Eslovaquia y que no es pequeña para lo que por allí se acostumbra, ya que figura como la cuarta localidad más grande de aquel país. Cuando se rubricó el hermanamiento en 1988, todavía era una ciudad checoslovaca, pues aún faltaban cinco años para que Chequia y Eslovaquia se separasen, amistosamente.
Puestos a hermanarse, los munícipes alcarreños no se pararon en barras y cruzaron el Atlántico, hasta llegar a Colombia. Allí, no muy lejos de la capital, se encuentra Buga, que en realidad lleva por nombre oficial Guadalajara de Buga. Tiene el título de ciudad desde el siglo XVI, concedido por Felipe II y los reencuentros entre peninsulares castellanos y los guadalajareños del Cauca han sido más que escasos, casi nulos, tanto en siglos pasados como en el presente.
Más trajín protocolario llegó a alcanzar la relación entre la Guadalajara de España y la de México, aunque sólo fuera para compensar las innumerables confusiones que SE genera, sobre todo en Internet, entre ambas ciudades. No hay forma de evitar que las informaciones sobre la Guadalajara española se ilustren con la silueta de la catedral de la urbe mexicana, que en nada se parece a la concatedral de Santa María.
La jalisciense es la segunda más grande de los Estados Unidos Mexicanos y rival sempiterno del Distrito Federal, además de cuna de los mariachis y el tequila.
A orillas del Henares siempre se suele dar como fundador de la Guadalajara mexicana al alcarreño Nuño Beltrán de Guzmán, uno de los personajes más detestables de toda la Conquista (por encima incluso del malhadado cifontino fray Diego de Landa) y que volvió a España con grilletes, después de cometer tantas fechorías que fueron excesivas incluso para el laxo criterio del virrey. En realidad, el encargo de la fundación lo recibió un subordinado de Nuño Beltrán de Guzmán –al que Guadalajara tiene dedicada, con buen criterio, una de sus más pequeñas y discretas calles–, el vasco Cristóbal de Oñate.
Todo lo anterior ni quita ni pone para que los vínculos institucionales se hayan diluido hasta el punto de ser casi inexistentes en la última década, sólo refrescados por esfuerzos ocasionales como el de Julio Martínez en 2023, que se cita en el enlace al pie de esta noticia.
Son 7 ciudades hermanas, casi completamente olvidadas.
Al menos, hasta que alguien decida recuperarlas para ayudar a superar fronteras.