Días pasados, la Oficina de Turismo de Austria reunía en Madrid a un reducido grupo de medios de comunicación españoles, entre los que se encontraba LA CRÓNICA, para compartir algunas de las mejores opciones que el país ofrece para el turista español.
Los responsables austríacos consideran que el viajero que llega desde España ya está más que dispuesto a dar un paso más y, tras el casi preceptivo encuentro (o reencuentro) con Viena, pasar a conocer con detalle algunas de sus ciudades más impresionantes, siempre rodeadas por un medio natural que enriquece su oferta turística.
Por ello, para la inminente época estival, hay una propuesta casi irresistible en forma de tres nombres concretos: Graz, Innsbruck y Salzburgo. Cada una de ellas con sus características especiales pero las tres, además, coincidiendo en la posibilidad de llegar fácilmente a destino en tren, con recorridos cómodos y medioambientalmente sostenibles. Es una tendencia verde que los lectores de este diario ya se han encontrado en otros destinos, como Alemania, y que se impone cada vez con más fuerza.
Graz, donde veraneaba Sissi
El atractivo actual de Graz seguirá aumentando incluso hasta 2024, puesto que el próximo año vivirá numerosos actos conmemorativos de su nombramiento como Patrimonio Cultural. Y méritos no le faltan a este lugar donde veraneaba Sissi, hoy una localidad de 300.000 habitantes a dos horas en tren desde la capital.
Graz es la segunda ciudad del país por su población y, fuera de toda duda, la capital gastronómica de Austria, algo que se puede comprobar no solo con mesa y mantel sino también desde la base: en los coloridos mercados de productos de la tierra.
Para el turista español, especialmente para el mesetario, el verdor permanente de los alrededores llama tanto la atención como la fusión del arte con la cultura y todo, a su vez, dentro de una arquitectura única. En efecto, en los anexos de su imponente castillo son continuas las exposiciones de interés.
Y mires por donde mires, encontrarás barroco en sus más variadas formas, en una población que combina con una singular armonía lo antiguo y lo moderno. Gracias a eso, puede satisfacer por igual las expectativas del amante de la música clásica que la del seguidor del techno más actual, pues hay oferta para todos.
Por cierto: no se extrañe el lector si escucha hablar español entre los viandantes más jóvenes, puesto que no son pocos los estudiantes de nuestro país matriculados en alguna de sus cuatro universidades.
Innsbruck, mucho más que esquí
La capital de los Alpes tiene una característica que la hace única: reposa en un amplio valle… a 20 minutos de lo alto de las cumbres que la rodean.
Así las cosas, no extraña que aquí convivan una muy visible pasión por los deportes junto con una historia que te sale al paso tras cada esquina. Innsbruck es una ciudad imperial que por sí sola justifica una estancia de varios días, pero el viajero inteligente sabe mirar un poco más allá y reconocerá que en sus alrededores se desperdigan muchos pueblos encantadores, de visita más que recomendable.
Ya que hablábamos de esquí, incluso los que no aspiren a deslizarse por ninguna pista harán bien en asomarse al funicular, una atracción para todos los públicos. Por lo demás, es bueno recordar que el transporte público es eficiente, lo que hace muy recomendable la compra de la tarjeta turística disponible en la oficina de turismo local.
Salzburgo, el «escenario del mundo»
Arquitectura, cultura y familia son los tres argumentos que aporta la que quizá es la segunda ciudad más conocida de Austria, después de Viena, de la que está a 4 horas por ferrocarril.
Atravesada por el «río de la sal», que es lo que significa Salzach, al casco viejo de Salzburgo se accede por el puente Staatsbrücke y, a partir de ahí, lo mejor es zambullirse en la belleza y serenidad de sus calles, más allá de los tópicos mozartianos, que todo lo invaden. Al genio de la música te lo vas a encontrar, aunque no quieras, de las más insospechadas formas en Salzburgo, pero lo importante es que seas tú el que te dejes encontrar por la propia ciudad, recorriéndola sin prisa.
Cuando tengas bien pateado el casco quizá sea el momento de ascender hasta el castillo, usando para ello el funicular más antiguo de Austria. En la actualidad, el tesoro más sorprendente que encierran sus bodegas son las piezas del Museo de Marionetas, todo un arte y una belleza. Merece que por ti mismo te informes de sus porqués, para que lo disfrutes mejor.
Hellbrunn y Mirabell son los dos palacios inexcusables de Salzburgo, de esos que no defraudan sea cual sea la época del año en que se visiten.
Para acompasar el ritmo al de los locales, una buena estrategia es comer y beber al modo de aquí. La cerveza es el mejor pasaporte y las salchichas, por tópicas que parezcan, no desmerecen. Aquí está la cervecería más grande de toda Austria, en el convento de los agustinos. Y si para adaptarte al medio crees necesario pasarte al Red Bull, bebida surgida aquí, tú sabrás lo que haces.