Este verano, cuando pase por la Calle Mayor de Guadalajara, busque una sombra si es día de intenso calor y olvídese de cualquier otro remedio. Esta será su mayor prioridad, sin duda, ahora que las temperaturas están desbocadas. No tendrá que preocuparse este año por si los difusores instalados hace años sirven para atenuar en algo el sofoco ambiental, ni si lo que mejor hacen es llenar las gafas de gotitas o si no hay forma humana de arrancar a los críos más pequeños de debajo de aquellos pitorros que más agua soltaban.
En efecto, según ha podido confirmar LA CRÓNICA, esté año no se pondrán en funcionamiento los difusores de la Calle Mayor, que se extienden también hasta Miguel Fluiters. Las fuentes consultadas por este periódico han destacado que desde Sanidad no se les ha podido certificar que no exista riesgo de transmisión del COVID-19 a través de este sistema de nebulización, que fue implantado hace 10 años en Guadalajara con una subvención de la Unión Europea.
Desde la Delegación de Sanidad se ha recomendado al Ayuntamiento que «siguiendo el principio de prudencia, hagamos que la protección de la salud prevalezca sobre la protección al calor. Por ello, la decisión es que nos acogemos a esas indicaciones hechas por los técnicos de Sanidad y este verano no encendamos el sistema», han resaltado desde el Consistorio para LA CRÓNICA.
Una década de «chorritos» estivales
Lo cierto es que el intento de bajar en algo la temperatura con difusores de agua no es un invento nuevo. Muchos lo conocieron en la Expo 92 de Sevilla, donde se creó un paseo que llegaba a reducir en 5 ó 6 grados lo que marcaba el termómetro en otros puntos y la consiguiente sensación de agobio. Lo instalado hace ahora una década en Guadalajara tuvo siempre aspiraciones más humildes, con discutida eficacia.
En sus primeros días se puso a prueba en una extenuante procesión del Corpus, la misma que en este 2020 tampoco se ha celebrado, contraviniendo una más de cinco veces centenaria tradición. Aquel estreno de junio de 2010 fue un fiasco. Una ligera brisa impedía que las vaporizaciones de agua sofocasen los calores de la comitiva y de los viandantes. La sensación de frescor que se pretendía con este sistema era imperceptible, a juicio de muchos.
Casi 95.000 euros costaron los 80 nebulizadores instalados entre la plaza del Jardinillo y el Infantado, con el 70% de la inversión a cuenta de los fondos Feder de la Unión Europea.
Telas para cubrir la Calle Mayor
En el cajón de los proyectos incumplidos quedó la promesa de, además de los «chorritos», instalar toldos de diseño a lo largo de la Calle Mayor, a imitación de la calle Sierpes, de Sevilla. Al final se impuso el criterio de los técnicos, que alertaron de que un eventual efecto «vela» por las rachas de aire comprometería con gravemente el invento. Nadie se atrevió a llevarlo a cabo.
Ahora, pese a las críticas recibidas en esta década, no son pocos los que echarán de menos los nebulizadores y su promesa de frescor para los peatones en el centro de Guadalajara.
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