Los compañeros de Viajes National Geographic han dictado sentencia y han decidido cuáles son los 100 pueblos más bonitos de España, según su criterio. Aun reconociendo el prestigio de esa reputada cátedra, bien puede decirse que son todo los que están, pero no están todos los que son.
En el caso de la provincia de Guadalajara, son 3 las localidades incluidas en el ranking, que deja fuera a ejemplos más que notorios de belleza monumental, urbana o rural.
Pasemos, sin más dilación, a repasar el listado en lo tocante a Guadalajara:
• Sigüenzaes el pueblo más destacado, en la posición 45ª, por más que los seguntinos lleven a gala reconocerse como ciudad y no como pueblo. De su impresionante conjunto medieval y barroco se cuenta lo siguiente:
Al principio todo es un castillo. Y es que, se llegue por donde se llegue, lo primero que llama la atención son los muros impertérritos de esta enorme construcción hoy transformada en un Parador Nacional que no maquilla su pasado bélico. Aunque las empinadas cuestas que preceden a esta fortificación empujan a lo contrario, conviene ir zigzagueando por las travesañas que comunican la parte alta con la baja de la ciudad. Es la única manera de dar con rinconcitos que son puro Medievo como la Plazuela de la Cárcel, la Puerta del Hierro, el Arco del Portal Mayor o la Casa del Doncel. Y la gravedad acaba guiando los pasos hasta la plaza Mayor, notable por sus dimensiones, por sus soportales y por la sempiterna sombra que proyecta la catedral.
El templo es único por su aspecto militar que se explica por el uso de las torres como parte de la defensa del municipio. También por su piedra arenisca que se enrojece al caer el sol y por guardar algunas joyas como un cuadro de El Greco y una escultura, la del Doncel, que es la máxima expresión del gótico castellano.
• Atienzaqueda más abajo, en el puesto 72º. Los elogios también son abundantes, en razón de sus méritos:
El paisaje es medieval, pero Atienza fue una vez Troya. Sucedió en 1970, cuando el director griego Michael Cacoyannis lo escogió como escenario para Las troyanas. Tres meses de rodaje fueron suficientes para que Katharine Hepburn se enamorara del pueblo. De aquella época, hay una foto de la estrella y del director frente al arco Arrebatacapas, que forma parte de la primera muralla. Atienza se encontraba protegida por dos líneas de murallas que se adaptaban al cerro como un guante. De ahí que el Cid Campeador, que pasó por estas tierras de la Serranía de Guadalajara en su camino hacia el destierro, dijera de Atienza y su castillo que era «peña muy fuerte».
Cerca del castillo se encuentra la iglesia de Santa María del Rey. Fue una de las catorce que hubo durante la Edad Media. La iglesia-museo de San Gil guarda una colección de arte sacro de aquellos templos. Parte de ese esplendor se siente aún paseando por las callejuelas del casco viejo que gira en torno a la plaza de España y del Trigo, descubriendo antiguas casas señoriales blasonadas.
• Valverde de los Arroyoscasi cierra la tabla, en el puesto 94º. Es un homenaje a su belleza y, de alguna manera, a la de todos los pueblos negros de Guadalajara:
Los primeros pasos por este pueblo confirman lo esperado: aquí el viajero va a ver más pizarra que en sus años de escuela. Es esta roca la que lo determina todo en este rincón del norte de Guadalajara. Al ser el material dominante y, por ende, el más asequible de toda la sierra, pronto se utilizó para levantar el tejado y las paredes de unas viviendas coquetas, achaparradas y humildes pero muy resistentes. Y de la homogeneidad nació la estética que ahora atrae a decenas de excursionistas que encuentran aquí una hospitalidad rural irresistible, especialmente cuando el frío aprieta y en las chimeneas baila el fuego.
Callejeando siempre se llega a la plaza de María Cristina, el epicentro de esta localidad y la estampa más henchida de todas. Aquí no sobresale ningún edificio, pero el conjunto que conforman la iglesia de San Ildefonso (siglo XIX), la sede del Ayuntamiento y la fuente sintetiza a la perfección la belleza magnética del lugar. Si se sigue el mapa de imprescindibles, el paseo lleva hasta un museo etnográfico en el que se explica cómo era la vida en estas duras coordenadas y hasta una ermita, la de la Virgen de Gracia, que tiene el encanto del silencio. Eso sí, el último mandamiento, y quizás el más sagrado de toda visita a Valverde de los Arroyos, es el de peregrinar hasta las Chorreras de Despeñalagua, una cascada por tramos que suma un total de 120 m de altitud.
Como los lectores de LA CRÓNICA saben bien, no es esta la primera vez en que medios nacionales intentan florilegios de pueblos, incluso dentro de la provincia de Guadalajara, con un criterio que no siempre es compartido por todos. De esos anteriores empeños, dejamos alguna constancia en los siguientes enlaces.