Los técnicos urbanistas del Ayuntamiento de Guadalajara siguen fieles a su criterio de «colmatar» la ciudad antes de facilitar el salto de la autovía. Eso significaría agotar los espacios en desuso antes de recalificar nuevo suelo.
Con todo lo que ya se levantó más allá de la A-2, no parece que el criterio general se cumpliera hace más de una década, pero en eso siguen, perseverantes.
Mientras que no hay nuevo Plan de Ordenación Municipal ni visos de que algún día lo haya, en la capital siguen desiertos los solares y algún que otro edificio viejo se remoza. O se rehabilita, que es la palabra crecientemente de moda.
En ese «más allá», en el extramuros de Guadalajara, se construyó en su día un hotel, de próspera actividad. A sus pies y en la parte trasera, desde un primer momento se quedó parte de lo construido sin actividad, para servir de campo de entrenamiento de los aficionados a romper cristales de casa ajena. Había muchos (cristales y gamberros, a partes iguales) y casi todos los vidrios se rompieron.
En sus inmediaciones se han ido montando Ferias grandes y ferias chicas, circos con animales y sin ellos, han aparcado coches con unas y otras intenciones según fuera de día o de noche… Ahora, el banco propietario de ese aire envuelto en ladrillo, tan olvidado por casi todos, ha plantado un gran cartel para que nos acordemos.
El que esté interesado en comprarlo puede preguntar el precio en el teléfono indicado. Son 1.177 metros cuadrados, que para un apaño sí que dan.
Antes de llamar quizá deba tener en cuenta que, como el propietario aclara, el inmueble carece de licencia de primera ocupación e incluso de certificado final de obra.
«Este inmueble se encuentra en estado de ruina, no siendo posible su ocupación, debiendo tomarse las precauciones que correspondan en caso de acceso al mismo. El comprador deberá asumir los costes de acceso y rehabilitación así como los costes derivados de cualquier gestión u obligación legal que se requieran para la conservación o adecuación del inmueble».
Esperan venderlo.