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17 noviembre 2024
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EL PASEANTE / En Guadalajara sobran las palabras

El único propósito parece ser el de gastar, como sea, el dinero que llega de Europa. Incluso con errores en los letreros que provocan una sonrisa entre el hastío.

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Andar por Guadalajara es, desde hace meses, tropezarse con una obra tras otra. Literalmente.

Además de requerir de una brújula para no chocar con los obreros en acción (siempre que estos no se tomen las vacaciones que marca el calendario laboral de Isabel Díaz Ayuso, por el que muchas contratas se rigen) a veces hay que sujetarse la mandíbula para no reír, ante los denodados esfuerzos de alguno para ilustrar los avisos a los peatones con alguna patada al Diccionario de la RAE.

Son simples erratas, sí, que hermanan a los currantes de las zanjas con los periodistas de la tecla. ¿Qué más se puede pedir?

Quizá, que no se eternicen más. Que intenten acabar, algún día. Que señalicen mejor las calles sin salida, para no jugar indebidamente con los conductores. Que cuando abran un lado de la calle, lo hagan también al mismo tiempo con el otro, que parece que las tuberías se renuevan según se le va ocurriendo a alguien y por fascículos, como las viejas enciclopedias.

El único propósito parece ser el de gastar, como sea, el dinero que llega de Europa.

El criterio, además, termina confluyendo siempre en la misma dirección, como si las únicas empresas necesitadas de cariño en sus balances fueran las de la construcción, en cualquiera de sus variantes.

Hay muchos pequeños negocios de Guadalajara que, mientras la ciudad entera está patas arriba, llevan meses y meses y meses esperando a que el Ayuntamiento les pague lo que les debe. Y ellos lo saben.

¿Qué intinerario hay que seguir para que las facturas se desatasquen en el Consistorio? Hubo tiempos mejores, que no son estos.

Y que no pidan paciencia, que esa ya está agotada con lo que nos hacen sufrir, a todos, por las obras que asolan la ciudad.


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