Después de varias décadas de construcción desaforada de chalés, pareados, adosados y bloques de viviendas por los pueblos que rodean a la ciudad de Guadalajara, no todo está perdido. Las tierras más fértiles de la provincia se entregaron primero a las fábricas; luego, a las urbanizaciones y lo que aún quedaba por repartir y por especular, se lo han llevado las naves de logística.
Pero nos quedaba un bordillo y tres amapolas como signo de resistencia numantina ante el invasor.
El que no se consuela, ya ven, es porque no quiere. O porque no tiene una cámara a mano el 15 de mayo de 2021 para retratar la victoria de tres humildes flores frente al capitalismo más salvaje, que es el que hemos sufrido por estas tierras.
Aquí, sí, donde quien nos gobierna nos quiere felices por decreto y donde hace diez años muchos se quejaron, describieron el problema y terminaron por demostrar ser incapaces de aportar ninguna solución viable.
Aquella vez lo llamaron 15M. A ver si para la próxima, lo llamen como lo llamen, quien lo haga consigue algo más.
Porque visto el resultado, diez años más viejos todos, las amapolas de esa calle de un pueblo del Corredor del Henares son más revolucionarias que aquella moto averiada y quien nos la vendió.
Una pena, camaradas. Pero no arranca. Nunca lo hizo.