Relator es la persona que relata o refiere una cosa. La figura del relator apareció en boca de la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo. Buscaba en ella, decía, no un mediador entre los independentistas y el Gobierno o su partido, sino alguien que pudiera tomar nota, convocar, coordinar y ayudar a resolver la crisis territorial.
El día iba tranquilo. Apagado. La comparecencia matinal del ministro de Cultura y Deporte, José Guirao, había estado marcada por el trancazo griposo que confesó antes de dedicarse a hablar de cosas de su ministerio: Estatuto del Artista, Dirección General del Libro, Artes escénicas y música, Reflexiones sobre el Deporte, o la ‘no querida figura de Hernán Cortés en México’. Pero todo pasó a segundo plano, aparecieron otros ministros y, con ellos, unas declaraciones más o menos diletantes y una ocurrencia de la Vicepresidenta del Gobierno, ‘La Vice’. Y, como otras veces con ella, se lió.
El origen, parece que estuvo en la pose del dúo Tardá- Rufián. Los dos, diputados de ERC, presentaron una enmienda a la totalidad a los Presupuestos Generales del Estado (PGE) en el Congreso de los Diputados para forzar-obtener concesiones (no merece la pena citarlas) del Gobierno y mostrar unas posiciones duras en contra. Con ello, empezaron a salir los colores en el PSOE y a correr a chorros los sudores en el Gobierno. Sin PGE la legislatura está amenazada y el no concurso de los catalanes para aprobarlos ponía la cosa difícil. Había que improvisar algo para salir del paso. O no, porque vaya usted a saber por dónde va, anda o trompica cada cual. Y a la Vice se le ocurrió improvisar la figura del ‘relator’. Según ella, no como mediador entre el PSOE y Gobierno con los independentistas catalanes, sino como algo en apariencia más ligero, más light: alguien que pudiera tomar nota, convocar, coordinar y ayudar a resolver la crisis territorial.
Pero cuando se está en el Gobierno hay que valorar si procede lo ligero. No es posible saber si la Vice lo hizo. Lo que sí hizo, puede que sin darse cuenta, fue colocar al Gobierno y a lo que representa en una posición absurda. Difícil, vergonzosa y estúpida. Y es que recurrir a alguien externo que tome nota de lo que haga o diga el Gobierno supone reconocer que lo que hace o dice el Gobierno puede no ser veraz, respetable y auténtico. Con ello, la certeza, fiabilidad y seguridad que debe ser propia de los actos del Gobierno queda en entredicho. Se ha dicho, después, que con la medida se ponen a la misma altura el Ejecutivo Nacional y el Govern de Cataluña, que se condesciende (del verbo con-descender) en un absurdo cobarde próximo a la traición y algunas cosas más, ninguna buena y todas ellas degradantes. No es necesario buscar razones ni habilitar cilicios con que flagelarse a cuenta de la ocurrencia de la Vice. Vale más dejarlo como lo que es, una ocurrencia suya, la última.
Hay tiempo, lo hay, y si no se habilita, para recobrar el sentido y el puesto, retomar el pulso a la actualidad política, mostrar la honorabilidad nacional y no perderse con, en, contra, hacia ni entre relatores que no se necesitan. Los PGE, los ministerios, la presidencia del Gobierno y el Gobierno mismo son importantes, pero mucho menos que lo que representan. Por eso, sería bueno para la democracia, justo para todos nosotros, equitativo para los españoles catalanes y no catalanes, y saludable para el devenir político nacional que el relator que se le ocurrió a Carmen Calvo, ligero o light, quede para tomar nota, convocar, coordinar y ayudar a resolver lo que se le antoje a Carmen Calvo, pero con una condición: Al margen del Gobierno del que ella (todavía) forma parte, y de lo que ese Gobierno representa.