Durante las últimas semanas, una alta y larga chapa metálica tenía en un sinvivir a los más curiosos de entre los viandantes de la Calle Mayor de Guadalajara. ¿Qué se ocultaba allí? ¿Para qué se estaba reformando una de las esquinas comerciales más principales de la ciudad? Al final, el misterio se ha desvelado.
En el edificio de enfrente, esa jaula infernal de pretendido diseño high tech que aturde solo con mirarla, algún ingenuos esperaron ver el emporio de Inditex en la capital alcarreña. De las tiendas que Amancio Ortega tenía desde hace años en el Ferial Plaza, ya apenas queda una. Unos metros más abajo, si el edificio de Caja Guadalajara no se dedica a la cría intensiva de las palomas, como tantos otros de la zona, es porque la Junta de Comunidades apañó el remedio que alguno necesitaba, que entre socialistas andaba el juego; así fue como mudaron la Delegación de la Junta desde la plaza de San Esteban (millón y medio piden en vano los dueños por el caserón) al muy feo edificio de la calle Topete.
En este cogollo de despropósitos arquitectónicos, políticos y administrativos la duda era saber qué iba a aflorar en el exacto lugar donde, hasta su implosión/explosión/extinción, estuvo el Banco Popular. La Botín que se quedó con los cascos es la que ha reformado el local: nueva oficina del Santander, con pretenciosa denominación en inglés incluida en el escaparate. Te reciben en cuatro idiomas para un work cafe. Como si en España ya hubiéramos dejado de balbucear la nunca bien aprendida lengua de Shakespeare… Mucho country bumpkin por aquí y por toda España. Catetos con idiomas.
En ese local, hace muchos años, cuando era «Taberné», te vendían de igual modo un transistor Phillips que una Vespa. Y los electrodomésticos se reparaban en vez de tirarlos a la basura a las primeras de cambio. Te atendían personas (¡!), no sólo amables, sino que te reconocían como convecino. Todavía habrá quienes no se expliquen por qué el comercio ya no es lo que era y cuál es la razón de que Amazon arrase.
Como ventaja complementaria, si querías endulzarte la vida, cruzabas la calle y entrabas en «Villalba».
Hoy, intentar resolver algo en tu banco, hablando de persona a persona, salvo escasas excepciones supone enfrentarse a un imposible. Lo sabemos todos, porque todos lo sufrimos.
Hay más bancos que dinero. Vaya usted a saber por qué. Y dentro, apenas empleados y mucha cita previa.
Es lo que hay o, por decirlo mejor… lo que dejó de haber, cuando éramos humanos y no un código binario o un simple apunte (sin rostro ni sentimientos) en una hoja de cálculo.
La oficina, eso sí, parece que les va a quedar bonita.