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22 noviembre 2024
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EL PASEANTE / Homenaje a un trabajador muerto

Dejar que nuestros muertos se vayan por el desagüe del olvido es una infamia. Y los que murieron cuando deberían haber seguido vivos son tan nuestros como lo son de sus familias.

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Este sábado, 22 trabajadores bien pagados saltaban al césped en Burdeos. Entre ellos, algunos currantes tan reconocidos como Messi, al que ya no se sabe si le pesan más las piernas, los años o los millones ganados dando patadas a una pelota. Gran mérito el suyo el de hacerse millonario con tales méritos.

En esa misma ciudad, a orillas del Garona, alguien se aseguró de que este paseante pudiera conocer y recordar la tragedia de otro trabajador. Tan importante o más que ellos.

Cuesta encontrar alguna referencia en Google sobre el caso, puesto que lo más fácil es confundirle con otro David Laperne, jugador de rugby. Pero el que buscamos está ahí. Poco más que su nombre, por más que se insista.

David Laperne había nacido el 1 de julio de 1963 en Oloron-Sainte-Marie, un pueblo del departamento de los Pirineos Atlánticos. Fue a morir en Burdeos, el 21 de agosto del año 2000, en las obras de una muy inofensiva construcción pública, junto al río. 

¿Por qué recordarle hoy y aquí? Mejor aún, digámoslo de otro modo: ¿qué derecho tenemos a olvidarlo?

En Francia, a diferencia de lo que ocurre por estos pagos alcarreños, algunos creen que no es de recibo asumir como un triste guiño del destino lo de morir en el trabajo. A Laperne se le recuerda en Burdeos con una placa, justo donde ocurrió el accidente fatal. En Guadalajara, la provincia española con mayor siniestralidad laboral desde hace años, insistimos en la desmemoria tanto del dato como de las víctimas.

Algún francés ha llegado a recopilar, con paciencia de entomólogo, las placas de recuerdo esparcidas por su país. No son pocas. Siempre serán demasiadas.

Este sábado, cientos de turistas han pasado por ese lugar de Burdeos sin ver y sin mirar. A cuatro pasos hay unos aseos, muy solicitados, que llaman más la atención.

Dejar que nuestros muertos se vayan por el desagüe del olvido es una infamia. Y los que murieron cuando deberían haber seguido vivos son tan nuestros como lo son de sus familias.

Al menos, para un recuerdo. Al menos, este.

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