Hubo un tiempo en que los kioscos se llenaban cada mañana, antes del alba, con montañas de papel, sujetas con flejes o cordeles para que no se desparramaran por el suelo.
Tras despedir al repartidor, el quiosquero se las apañaba para meter en su cubículo todos esos periódicos y, de este modo, poder intentar venderlos a a lo largo de la mañana. Incluso los había vespertinos, como «Pueblo» o «Informaciones», que mantenían a los lectores informados de lo ocurrido como hoy lo hace LA CRÓNICA, pero menos y con más retraso. Hemos ganado en inmediatez lo que hemos perdido en reposo.
Era aquella la España que salía de una dictadura y se adentraba en un futuro que ahora, visto desde el presente, es un lejano pasado que tantos desconocen.
Era aquel un país en el que la xenofobia era escasa, por falta de extranjeros; donde el racismo se aplicaba al gitano y al merchero y en el que las burlas al diferente se ejercían sobre el que era ajeno, por su origen geográfico o por su condición social, por gallego, extremeño o andaluz con la condición de que fuera pobre. O sea, lo de siempre.
Andan estos días los más deportistas (practicantes irredentos del sillón ball, que se decía entonces) a vueltas con el trato/maltrato dado a Vinicius en el Metropolitano por parte de algunos atléticos. El club ha salido al paso contra los vociferantes y es bueno que así sea. Pero de entre todas las iniciativas que han surgido, a este paseante le conmueve sobremanera la del diario «Marca», que este miércoles se ha reunido con sus lectores vestido de negro, sin colores, para reivindicarse contra el racismo.
Esa vuelta al tabloide sin tecnicolor aventará en el fondo de la memoria de muchos el recuerdo de unos tiempos que, no siendo mejores, sí guardaban en su seno más esperanzas que los actuales. Era lo que propiciaba el salir, a trompicones pero con confianza, de las tinieblas.
Frente al «Marca» de hace décadas el que se llevaba los mayores beneficios era el «As», que se imprimía en huecograbado y que se leía siempre con el mismo ritual: en el bar, tomando el primer copazo y fumando el segundo cigarrillo, empezando por el final para valorar, rijosamente, cómo estaba «la chica del As». Era aquel un despliegue de carne femenina que por pudor y al hilo de las nuevas (y, en este caso, buenas) costumbres fueron dejando sus editores, que en realidad no era más que una copia del uso chusco, vulgar y hasta cutre de la imagen de la mujer que hacían y hacen los diarios populares británicos y que aún mantiene algún deportivo italiano de renombre.
Racismo, misoginia, aporofobia… son muchos los virus sociales que amenazan ahí fuera, pues son problemas que se mantienen en el tiempo e incluso mutan en infinitas variantes. La cuestión es decidir si el remedio está en una imaginaria vacuna, aplicada por el político redentor de turno, o precisa más bien del esfuerzo individual de cada cual hasta que entre todos apliquemos la solución.
Por de pronto, el diario «Marca» nos ha saludado el día del modo más inesperado y, por eso, merece cuando menos el agradecimiento de este paseante, su seguro servidor.