Julián Ruiz Martorell, actual obispo de Sigüenza-Guadalajara, aun no sabe por sí mismo lo que es la Marcha a Barbatona, aunque sin duda ya ha sido informado de lo que significa para muchos de sus diocesanos.
De hecho, asegura que se prepara «con ilusión y esperanza» para la quincuagésimo octava edición, que se celebrará el 12 de mayo, al ser el segundo domingo del mes.
‘Para que, con María, tengamos vida’ es el lema elegido este año. Bien sabido es que esta será la primera participación de don Julián en la Marcha a Barbatona.
Al igual que en los últimos años, la salida será a las nueve de la mañana desde la catedral de Sigüenza. La misa mayor se celebrará en la explanada de Barbatona a partir de las once. También habrá eucaristías a la una del mediodía, en la explanada, y a las seis y media, en el santuario.
Para esta edición están invitadas especialmente dieciséis entidades. Además de nueve parroquias o unidades pastorales diocesanas, harán ofrenda y recibirán cirio votivo cuatro comunidades religiosas, dos cofradías y la parroquia madrileña de Ntra. Sra. de la Granada.
El obispo ha dado a conocer la siguiente carta:
PARA QUE, CON MARÍA, TENGAMOS VIDA
Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
Con ilusión y esperanza nos preparamos para la 58ª edición de la Marcha Diocesana a Nuestra Señora de la Salud de Barbatona.
Durante el mes de mayo dirigimos una mirada especial a la Virgen María. En muchos lugares se organizan peregrinaciones, romerías, actos e iniciativas devocionales. Solemos decir: “Vamos a ver a la Virgen”. Deseamos encontrar consuelo, esperanza, motivos para seguir viviendo con alegría en medio de las dificultades e incertidumbres. Vamos a ver a la Virgen y nos encontramos con su mirada materna. Le decimos con amor filial: “Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”. Basta un sencillo y emotivo cruce de miradas para saber que no estamos solos, que nos acompaña la mirada, el ejemplo y la intercesión de la Madre.
Hay momentos en los que experimentamos, con especial crudeza, la soledad, el desaliento, la sensación de fracaso, el dolor físico y el cansancio emocional. Y la Virgen María nos enseña a contemplar la vida desde otra perspectiva y a vivir de otra manera.
La Virgen María nos mira con ternura, con misericordia, con amor de Madre. Experimentamos su mirada y no nos sentimos aislados, ni separados, ni ignorados, sino miembros de una única familia congregada por su Hijo. Aprendemos a mirar a todos los demás con amor, sabiendo que somos amados, y que sentimos el impulso de amar no solamente con palabras, sino con las obras de cada día.
Ella está muy cerca de quienes se esfuerzan por llevar a casa el pan de cada día. Ella escucha el grito del dolor inocente. Conoce nuestras preocupaciones concretas y bien definidas: la falta de trabajo y la precariedad laboral; la inquietud por el presente y la incertidumbre ante el futuro; la pobreza y la discriminación; la injusticia y la violencia; la mentira y la mezquindad; la soledad y la enfermedad.
Ella nos anima para que acudamos confiadamente a su Hijo Jesús, para que encontremos acogida, misericordia, perdón y nuevo impulso para proseguir el camino. Como en las bodas de Caná, nos dice: “Haced lo que él os diga” (Jn 2,5). Vamos a Barbatona “para que, con María, tengamos vida”. Una vida con sabor, con el perfume de la alegría, vida abundante y plena.
Como escribió el Papa Francisco, en los santuarios “puede percibirse cómo María reúne a su alrededor a los hijos que peregrinan con mucho esfuerzo para mirarla y dejarse mirar por ella. Allí encuentran la fuerza de Dios para sobrellevar los sufrimientos y cansancios de la vida” (Evangelii Gaudium, 286).
El Concilio Vaticano II afirmó: “Recuerden (…) los fieles que la verdadera devoción no consiste ni en un sentimentalismo estéril y transitorio ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe auténtica, que nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, que nos impulsa a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes” (Lumen Gentium, 67) .
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, Obispo de Sigüenza-Guadalajara