Los gamberros, los pájaros y la desidia habían ensombrecido de tal modo el mármol de Carrara del Neptuno del Jardinillo que no se parecía, ni por asomo, a lo que pudo ser cuando salió de un taller italiano del Renacimiento.
Ahora, después de semanas de trabajos, reaparece a la vista de los vecinos de Guadalajara, todo lo limpio que ha sido posible, con un tridente de generosas dimensiones… y sin el pulgar de la mano derecha, que permanece amputado y ausente, consecuencia de alguna de las últimas barrabasadas que sufrió esta obra de arte antes de su restauración a cargo del Ayuntamiento. Al menos, cuando a alguien se le ocurra llevarse el tridente a casa no tendrá por qué romper necesariamente ni la mano ni ninguna otra extremidad del dios, como ha sido tan frecuente.
El coste de este peculiar tratamiento de belleza ha rondado los 10.000 euros, según las cifras facilitadas en su momento.
El Neptuno ha sido sometido a la limpieza exhaustiva del polvo y suciedad acumulados sobre su superficie, más la eliminación de cementos en los rejuntados, sellado de grietas, consolidación final con hidrofugante de protección y la fabricación artesanal e instalación de un tridente de hierro forjado de cuadradillo. El resultado del antes y el después es el que aquí se puede comprobar:
Como recuerda Pedro José Pradillo, técnico de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Guadalajara, «es la escultura pública más valiosa de la ciudad de Guadalajara». En su emplazamiento actual está desde 1969, cuando fue trasladada desde el Depósito de las Aguas, en la carretera de Zaragoza. Previamente, había sido entregada a la ciudad en 1868 como compensación de la importante inversión económica que afrontó la economía municipal en la reforma y consolidación de los edificios de la Academia de Ingenieros del Ejército, que ocupaba el palacio del Marqués de Montesclaros, en cuyos jardines se encontraba.
La necesidad de una intervención urgente había sido planteada hace meses por El Paseante de LA CRÓNICA a propósito de la penúltima gamberrada.
Entre indiferentes y gamberros
Hace más de una década, coincidiendo con un enfrentamiento copero entre Real Madrid y Atlético de Madrid en 2011, la escultura de la Plaza del Jardinillo perdió mano, antebrazo y tridente. Las amputaciones han sido la norma para esta obra de arte, buen ejemplo del Renacimiento italiano.
Para estos sobresaltos no ha habido que esperar necesariamente a celebraciones futbolísticas, puesto que los gamberros han venido actuando por su cuenta muchas otras veces, al margen de campeonatos o ligas.
La última restauración se hizo en 2016, después de que en marzo de 2014 la mano diestra siguiera en su sitio… pero sin nada que asir. Faltaba el tridente, que apenas estuvo en su lugar dos meses. Así, sin nada en la mano, es como se la había visto languidecer desde entonces.
Los esfuerzos para mantener la figura con todos sus atributos como debieran han resultado reiteradamente infructuosos. Se intentó con un tridente más grueso y pesado, al que además se le aplicó adhesivo tanto en el pie derecho de la escultura como en la mano, tantas veces rota en anteriores actos vandálicos. La estrategia no funcionó y los vándalos causaron incluso daños más graves con esa mayor resistencia a sus tirones. La estrategia, como queda dicho, a partir de ahora va a ser otra. Se espera, además, que con mejores resultados.