En las corporaciones españolas es más fácil cambiar de logotipo que de funcionarios. En consecuencia, los empleados municipales de Guadalajara ya han visto en las últimas décadas varios intentos de renovar la imagen del Ayuntamiento por la vía del diseño gráfico.
En realidad, para desdoro de sus autores, casi habría que considerarlo un arte efímero, al nivel de las fallas valencianas, por lo poco que se mantiene en las retinas y en la memoria de las personas todo ese esfuerzo creativo.
En el propio Ayuntamiento de Guadalajara, los últimos lustros han estado regidos por el escudo histórico de la ciudad, que es una versión decimonónica del escudo concejil con el que se acompañaban, y sellaban, los documentos más relevantes en la Edad Media. En el actual trabajo de renovación se ha procedido también a un remozado digital del escudo de la ciudad.
A Alique le duró poco
El anterior alcalde socialista, Jesús Alique, no se resistió a implantar su propio logotipo, una pastilla bicolor (morado y calados en blanco, o a la inversa) con el consabido jinete frente a una luna sarracena. Casi nadie lo recuerda ya, en parte porque no le sirvió a Alique para renovar mandato, que fue junto con el de Blanca Calvo el más efímero de este período democrático.
En otras áreas de la actividad municipal, como la del turismo, también se ha trabajado con imagen corporativa propia. En el caso de la concejalía que hoy ocupa Fernando Parlorio, fue con su predecesora, Isabel Nogueroles, cuando se implantó el estilo del diseñador Javi Royo, tan naïf como reconocible. Ese perdura, aunque quizá en retirada.
En otras instituciones se ha procedido en varias ocasiones al cambio de logo o a la modificación del escudo, como ha ocurrido con la Diputación Provincial e incluso en el Deportivo Guadalajara. En este último caso, aún resuenan los gritos de muchos socios al ver el resultado del «pulido» aplicado en tiempos de Germán Retuerta.