Mientras en otras partes de España la campaña electoral se teñía de insultos, acosos y caceroladas, en Guadalajara los políticos en trance de someterse a escrutinio se agarraban a las palmas y procesionaban como benditos.
En la capital de la provincia, donde otras veces hollara Cospedal, ahora lo hacía Paco Núñez por el PP. En la acera política de enfrente, Alberto Rojo se investía de político transversal y también se asomaba entre católicos, para saludar a don Atilano y comparecer ante La Borriquilla.
Algo más tarde, otros ocupaban unos cuantos metros cuadrados de esa misma ciudad para reclamar la III República, recordando la de 1931, que fue la segunda.
El tiempo, que parece que no pasa pero que termina siendo inexorable.