Confessio est regina probationum.
Sobre ese aforismo clásico han limpiado casi todas las sociedades sus vergüenzas y también, en grado sumo, sus disidencias.
Anda revuelto el personal en estos días con el último arrepentido de sus crímenes, entre una catarata de testimonios que son denigraciones inculpatorias sin probar.
Quien más lo promueve desde un alto púlpito se dice periodista, como si el periodismo fuera eso. Que no lo es.
Vyshinski, al menos, nunca dio la brasa a nadie mientras facilitaba que tantos murieran en un gulag del Padrecito Stalin.
Autos de fe, nuevos y viejos. Como para no perderla en quienes dicen que nos salvan.
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