Llegado el verano y toca sobrevivir… de otro modo. Y no hablamos de los precios, cada vez más inalcanzables.
Durante el día, vamos por la sombra y luego, hacemos lo que podemos para descansar. Por encima de esa rutina, nuestros munícipes nos quieren felices, para que se lo agradezcamos, a golpe de corneta o de altavoz.
Los que eligieron vivir en un chalet, pasan la canícula rogando a todos los dioses para que el vecino no vuelva a tener tertulia familiar hasta entrada la madrugada, con música (particular) a todo volumen y risas estruendosas. El que intenta dormir en un piso, implora que el calor de la noche no sea excesivo, para conciliar el sueño. Aunque hay algo más.
Para acompañar, ayuntamientos de toda condición se esfuerzan cada verano en no pasar desapercibidos. Que se les note que están, aunque sea a fuerza de omnipresencia en la calle. Como si fuera el último verano de nuestras vidas. En realidad, quizá tan solo sea el último de ellos en el cargo, antes de las elecciones.
Por todo lo anterior, desde LA CRÓNICA no podemos por menos que recoger el inteligente, y dolido, escrito que Sonia ha remitido a la 1.13 horas de la madrugada del domingo.
Basta con leerlo para imaginar que no es ella la única que piensa, y sufre, así:
«Aunque es madrugada y sea sábado , algunos trabajamos.
El Ayuntamiento ha tenido a bien brindarnos esta noche, como ya viene siendo costumbre, unos conciertos en la céntrica Plaza de Toros.
Resuena con potencia a través de los cristales y casi notamos como si el altavoz estuviera frente nuestra oreja.
Esta barbaridad de decibelios estoy segura que no están permitidos ni a estas horas ni a otra.
Ser Ayuntamiento no significa gastar el dinero del contribuyente en ir repartiendo “cultura” en forma de ruido ensordecedor y quebrantar con ello el descanso de los vecinos.
Dudo que a un particular o empresa se le permita esta falta de respeto y tal subida de tono.
Espero que al responsable de estos eventos le quede oído después de estos conciertos para tener en cuenta la opinión al respecto de algunos vecinos y contribuyentes».
Poco más que añadir, aunque la experiencia nos recuerde que siempre, y sobre todo en verano, se cuidó más el ruido que el silencio.
Como decían en el circo, en los tiempos en que los payasos y las fieras sólo daban su función bajo una carpa, «el espectáculo debe continuar».