La vivienda, un derecho sobre el papel, es en España un bien sujeto a los caprichos del mercado y la libertad con la que este opera. El alza de los alquileres ha sustituido al precio de compra como traba para el acceso a una vivienda, convirtiéndose así en una trampa que impide vivir dignamente a una mayoría que, por no tener los recursos económicos para pagar el alquiler, se ven en riesgo seguro de exclusión.
Afrontar, como si de un ejercicio de libertad individual se tratase, el tener o no tener una vivienda o un trabajo, y que este mensaje cale en la opinión pública hasta los niveles a los que hemos llegado es un claro ejemplo de las consecuencias de 10 años de ese “Sálvese quien pueda” que impuso la receta de la austeridad como solución a una crisis que también tenía la vivienda como protagonista.
No se puede caer en la estrategia capciosa de culpar a quienes no pueden permitirse acceder a una vivienda, ni siquiera se puede asociar a personas desempleadas y/o en situación de exclusión social, puesto que la precariedad reinante en el mercado de trabajo hace que muchas personas que tienen empleo se vean obligadas a decidir entre pagar el alquiler, pagar la luz o comer. Y esto, en un país con tres millones de viviendas vacías que son propiedad de bancos, de los fondos buitre y de los grandes tenedores, no es asumible. ¿Se puede tener una emergencia habitacional sostenida desde hace diez años con desahucios diarios y esperar que se resuelva sola? Rotundamente NO.
El Estado y todas las administraciones deben, como mínimo, garantizar los derechos que reconoce la Constitución, y promover las condiciones para que seamos personas libres e iguales. Esto pasa de manera indispensable por garantizar vivienda y trabajo para todos y todas, puesto que sin estos mínimos garantizados la vida no se sostiene, la vida no se puede considerar digna ni se puede ejercer en verdadera libertad. La libertad no pasa por tener posibilidades de elegir en un estado sistémico, sino por tener oportunidad de decidir cómo queremos vivir, y si el mercado define e impone la libertad en la elección de tener o no tener un techo, esa libertad individual no es para las personas, es para autorregular un sistema capitalista-financiero y especulativo a costa de la vida de las personas.