Al Ayuntamiento de Guadalajara no le disgustan los grafitis «artísticos», ajustados su criterio estético. Tanto es así que los quiere «para embellecer distintos puntos de la ciudad». Ya ha emprendido la tarea, comenzando por el parque de Adoratrices, donde se ha pintado un mural dedicado a las peñas de Guadalajara y otro a la familia, concepto al que con frecuencia alude el actual equipo de gobierno. Quieren presentar, en una primera fase, una docena de murales.
El concejal de Servicios Municipales, David García, ha presentado este martes los dos primeros y ha explicado que se seguirán realizando otros, incluso en algún edificio municipal. La intención es llegar a crear «una ruta turística de arte urbano en la calle como ya existe en otras ciudades de Europa y que está funcionando bastante bien».
García ha comentado que algunas asociaciones y clubes deportivos ya les han solicitado su propio grafiti y están estudiando propuestas.
¿Quiénes son los autores?
Estos primeros murales, ubicados en el parque de Adoratrices, han sido realizados por Alejandro y Toño, dos conocidos artistas grafiteros de Guadalajara.
Otro tipo de grafitis, más anárquicos y que incluyen también las firmas de anónimos o no tan anónimos grafiteros, suponen para el Ayuntamiento un gasto importante en limpieza y personal. De hecho, dentro de la empresa concesionaria de limpieza hay dos personas dedicadas a esta labor, tapándolas con pintura monocolor. Días pasados, sólo en la calle Juan Diges Antón se retiraron más de 200 grafitis con el Plan integral de Barrios.
Un precedente cercano y algún intento fallido
En el mismo parque, pero en mayo de 2022, la asociación Minerva de Guadalajara promovía otro mural, ejecutado por el artista plástico Dulze. Con esa obra se aspiraba, según destacó el anterior equipo de gobierno municipal, a «realzar los valores de una sociedad diversa».
Más céntrico iba a estar el anunciado por Rafael Pérez Borda aquel mismo mes del pasado año. El entonces concejal se animó a dedicar, o pretender dedicar, 15.000 euros para pintar, con un mural, parte de la fachada del Palacio de los Condes de Medina, en la plaza de San Esteban de Guadalajara. En realidad, no en el frontal de la fachada, sino en el cuchillo que se forma ya en la travesía de Beladíez, como ilustra la fotografía que acompaña estas líneas.
Según alertó Aike, el Ayuntamiento no contaba conel preceptivo permiso de la Junta de Comunidades para la intervención que se pretende en un edificio protegido que, además, era y sigue siendo propiedad privada. La cosa, como deducirá el lector, quedó en nada.
Más insólito fue el hecho de que la brigada de limpieza tapase en la calle de la Normal, por considerarlo un acto vandálico, un mural que había sido visto con entusiasmo por el anterior gobierno municipal. Abochornados por el error en algún despacho de la Plaza Mayor, aseguraron que las autoras del fallido mural lo repondrían en su emplazamiento, entre la plaza de San Juan de Dios y Dávalos. No volvió a intentarse.
El recuerdo de otros murales, como los de Rector
Hasta la llegada de 2023 aún se podía ver, y apreciar, uno de los murales que el artista azudense José Salguero «Rector» dejó hace más de una década diseminados por la capital alcarreña.
Antes que este ya desapareció en la calle Pintor Antonio del Rincón otro, quizá su obra más valorada, que tomaba como referencia al cosmonauta soviético Yuri Gagarin. No era raro que los turistas de paso por el centro se acercaran para fotografiarlo.
Desde el Ayuntamiento de Guadalajara se han planteado, de forma ocasional pero reiterada, más allá del signo político de sus responsables, anuncios de una mayor promoción de los murales urbanos para dotar de carácter a la ciudad, especialmente en las calles más castigadas por la presencia casi eterna de solares. Esas intenciones no se han materializado en apenas nada.
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