Lo del presidente de Castilla-La Mancha este jueves en la provincia de Guadalajara ha sido para verlo, comprobarlo… y comentarlo. Según le chismorrean a este su seguro servidor, García-Page ha entrado al final de la mañana en un estado de euforia como sólo el oxígeno proporciona. Oxígeno de buena calidad como, por ejemplo, el del Alto Tajo.
Allí, en los aledaños del Puente de San Pedro, por Zaorejas, el político socialista ha encontrado más que justificado el palizón de kilómetros desde Toledo, ya no sólo por inaugurar una carretera sino por el chute de energía que, insisten los testigos, le han supuesto a él y a su comitiva estos parajes tan excepcionales. Y, además, con un sol que espantaba el frío.
A mayor gloria de su odontólogo, Page ha sonreído más y más abiertamente allí que en toda la jornada. La naturaleza y sus tesoros, que a veces son lo mejor para el alma. Eso ya lo supo escribir Juan de Yepes Álvarez, aquel que llegó a santo entre versos y visiones, carmelita descalzo. Buen antídoto, en todo caso, para los agobios de campaña.