Los brackets son unos instrumentos terapéuticos que se utilizan para corregir anomalías de posición dentaria y colocar dientes cuando están torcidos o amontonados. Me los recordó Íñigo Errejón en la entrevista que le hacía Pedro Piqueras en televisión como candidato a presidente de gobierno. Algo raro había en su semblante que me hizo pensar en ellos. Después de la entrevista, dudando si los usa, vi su utilidad. Para él, y para los que compiten con él buscando votos. Porque, en periodo electoral, el aparato puede ser útil para algo más que colocar dientes.
Enteco, flaco y larguirucho, Errejón, encogido entre hombros, se afanaba en componer figuras con las manos. Con las manos, como tratando de dar forma a lo que debía tener en mente. Pero las ideas que fluían de él, a pesar de los malabarismos, parecían salir encajadas entre una especie de brackets ideológicos que, más que colocar, desordenaban.
En consecuencia, el joven Errejón, escindido de Podemos, apareció entre los brackets posibles de su boca soltando sin orden lo preparado, bordeando atribulado lo espinoso y, sin más, orillando lo que importa: Realidad, ideas, equipos y programas. Parecía como si los frenos impuestos a sus ideas trataran de forzar, hasta deformar, lo que a la postre resultó el discurso apergaminado de una momia comunista antigua que movía maxilares como si tuviera brackets.
Acabada la entrevista, los presuntos brackets bucales de Errejón tuvieron compañía. Vía WhatsApp, alguién citó lo que llamó ‘Jinetes del Apocalipsis’, que ordenó de izquierda a derecha: Iglesias, Sánchez, Rivera, Casado y Abascal. Apocalipsis. Fin del mundo. Aunque importe el fin del mundo, ahora conviene ocuparse del periodo electoral en el que, con Errejón, compiten los citados. Tras la cita apocalíptica, brackets de ‘jinetes’:
Iglesias. Con las ideas frenadas, o encajadas, entre: La mansión señorial que no casa con las ideas que dice defender ni con su historia. El marquesado de Galapagar ideado por vaya usted a saber quién. La tendencia a imponer que muestra. La afición a repartir poltronas ministeriales. La intolerancia con externos (PSOE), internos (Podemos) y medio-pensionistas (Más Algo, de momento). Y un estatus burgués con brackets.
Sánchez. Con o sin ideas, qué más da. Con brackets. Amontonando sin orden: Historia, con memoria o sin ella, que desentierra restos de muertos. Citas equívocas, mentirosas, sobre hechos y principios socialistas que deshace en minutos un locutor de madrugada recordando actos criminales del pasado. Principios inalterables que se trocan en cambiantes. Propuestas inmutables que dos telediarios convierten en temporales de vigencia mínima. Encuestas de ¡Ojo, cocina!. Salir de Teruel para ir a Aragón (¿?). Jamón serrano por pernil ibérico (¿?). Falcón, Doñana, La Mareta. Manipulación. Más manipulación de tránsitos, antes o después, con o sin brackets bucales o ideológicos.
Rivera. Con discurso repetido, siempre el mismo. Desorden bucal, y cerebral. Baúl de los recuerdos: Salto Barcelona-Madrid. Programa económico nacional de Garicano improvisado. Jugarreta a Rajoy. Amor-desamor con Vals, el francocatalán. No a Sánchez y a su banda, pero con propuesta a destiempo. Adhesiones. Arrecogíos y arrecogías. Espantadas con portazo de Roldán, Nart y De la Torre. Mochila austriaca, talegadas y algún que otro zurrón. Y ahora, sin Rajoy ni gobierno PSOE-Podemos, diez Pactos de Estado cuán tortilla vuelta y vuelta. Es tanto lo apelotonado con Rivera que, aunque ayuden en las elecciones, puede que para colocar todo en su sitio no basten los brackets. Mejor recambio de piezas, o de dientes.
Casado. Con él, en el PP hay dos mandíbulas sin concertar que impiden la mordida armónica. Una parte del ‘desacople’, la más importante, tiene su origen en la sustitución de Rajoy. Se pretendía continuidad, pero se optó por el cambio, con barrido, borrón y cuenta nueva. Giro a la diestra, fracción de espacio ideológico, y cesión de electorado propio para hacerlo ajeno. Barrido sin contemplaciones de Rajoy y sus tecnócratas, y ostracismo de los que, aunque válidos, no estén en la mandíbula que machaca y desencaja. En su lugar nuevos, viejos y vueltos: Casado, García-Egea, Suárez Illana, Montesinos, Gamarra, Cayetana, Elorriaga…, hasta Aznar. Por lo que parece, no hay que usar brackets para mover dientes torcidos, basta con acoplar piezas. Una señal de que pueda estarse en esa pretensión es el nombramiento del número 2 de la lista por Madrid. Parece que ahora, ahora sí, se busca el acople. Ana Pastor, fiel a Rajoy y sus tecnócratas, por los brackets o sin ellos, ya ocupa sitio.
Abascal. Salió, o se desencajó, del PP, buscó un resquicio que convirtió en espacio propio y, para evitar el desencaje, dirige dentelladas y procura eficacia en la mordida. En eso anda: Reivindicación ideológica. España unida. Lengua y punto en boca. Ley de no Memoria histórica. Rechazo a violencias de género y doméstica. Defensa de la vida en abortos y eutanasias. Respeto a los abuelos muertos. Y derecha sin complejos, con brackets o sin ellos.
Brackets. Colocan dientes y armonizan maxilares y mordidas. Y, se cree y dicen los dentistas, embellecen la sonrisa. Frente a las elecciones, consiguen algo más: Hacen dudar de si hay o no en la boca de Errejón. Ayudan a Iglesias, Sánchez, Rivera, Casado y Abascal. Evitan el sobresalto que representa el fin del mundo. Y, también, orillan los Apocalipsis que asoman en periodo electoral.