Tengo claro que no es el momento- ni este, ni ninguno- de politizar sobre la violencia de género, ni de pretender sacar rentabilidad de esta lacra que nos afecta a toda la sociedad por igual, por ello mi artículo está exento de ideologías y connotaciones políticas.
Llevo desde que comenzó el estado de alarma, viendo como desde los medios se expande el discurso social de la falta de empleo y la hecatombe que se nos viene encima. Cifras que nos hacen temblar a todos y que nos inquieta saber cómo haremos frente a la situación, pero la pregunta además es: ¿Cómo viven este mensaje las mujeres que están confinadas en sus domicilios con sus agresores?
Todos sabemos que la violencia genera secuelas, físicas y psicológicas, cualquiera de ellas produce en la mujer heridas difícilmente curables. No me extenderé en definir cada una de ellas, aunque sí haré hincapié en una de las más graves, que es la “indefensión aprendida” que refuerza -involuntariamente- a la mujer en esa vivencia extraña de sí misma, en su sentimiento de vacío, en su impotencia para terminar con la relación convencida de que no podrá escapar de su agresor, y que causa en la victima un estrés postraumático mantenido y crónico, con un sentimiento de vacío y una desesperanza terrible.
A este aislamiento social, ya perpetuado en ellas mismas, se ha sumado la situación del estado de alarma. Una crisis sanitaria y social que ha venido a empeorar la situación ante la imposibilidad de salir a la calle o pedir ayuda, dado el confinamiento que hemos estado, y estamos viviendo, y el control que el agresor ejerce sobre ellas.
Apoyar a las víctimas
Ante esta situación, la emergencia sanitaria va cediendo espacio –ya está ocurriendo- a la emergencia social para la que deberemos estar preparados. Los médicos y sanitarios, dejarán la primera línea de acción para dar paso a los y las profesionales de los Servicios Sociales, porque van a tener que atender a muchos colectivos como los autónomos, aquellos trabajadores con ERTES, los nuevos parados y a aquellas personas que antes de la crisis no eran usuarios de los Servicios Sociales, así como a un movimiento significativo de mujeres buscando trabajo.
Ahora, más que nunca es el momento de apoyar a las víctimas, para que no haya ninguna mujer en situación de riesgo de muerte, que no salga porque no tenga la esperanza de encontrar apoyo, y tenga por el contrario la sensación de estar sola y sin los respaldos necesarios para rehacer su vida, con la misma calidad que deseamos todos.
Recordemos que ya hay algunas cifras publicadas, que indican que hay un aumento significativo de las llamadas al 016, concretamente un 60% más, desde que comenzó el confinamiento por el Covid19.
Por ello es importante que las mujeres víctimas perciban el apoyo social, y que el foco crítico no debe estar en ellas porque solicitan ayuda para salir con sus hijos de ese infierno, sino en los agresores, causantes de tanto sufrimiento.