Haga un experimento entre sus amigos: pruebe a preguntarles, como sin venir a cuento, quién es Paco Núñez. Así, sin más y sin facilitarles más pistas. Muy probablemente, aunque usted sepa la respuesta, sean muchos los que ignoren a quién se está refiriendo.
A los que andan metidos en la política y sus aledaños, ese juego y sus resultados quizá pueda sorprenderles. Y los más cafeteros, incluso negarán la relevancia de este planteamiento, que les aseguro es real como la vida misma. A Francisco Núñez son muchos lo que no le conocen y bastantes también los que, aun teniendo alguna idea difusa de él, lo ignoran. Y aun así, puede que llegue a ser el presidente de Castilla-La Mancha a partir de junio de 2023.
Quienes se empeñan en darlo por probable son los suyos propios, claro está. Para ir animando el cotarro, hace días que vienen filtrando desde Génova una encuesta, encargada por el PP, en la que García-Page gana las próximas elecciones. ¿Acaso es que se han vuelto locos los de Feijóo para pregonar una eventual y futura derrota? No.
El sondeo pagado por el PP da a los socialistas el triunfo el próximo mes de mayo, pero por un pírrico 39,17% de los votos, que se traduce en 15 ó 16 escaños, siempre por debajo de los 17 que dan la mayoría desde la reforma de Cospedal. El PP sumaría el 38,89%, perdiendo las elecciones, pero con posibilidades de alcanzar la Presidencia regional. Para eso le bastaría con los dos o tres escaños que le conceden las previsiones citadas a Vox, uno de ellos en Guadalajara, gracias a un total del 10,75% de los sufragios en la región.
Días atrás, desde está columna ya se procuró ilustrar al lector para que entendiera los últimos movimientos de García-Page, comprensibles ante la que se avecina y, sobre todo, por lo que pudiera pasar.
Emiliano García-Page está, electoralmente, en el filo de la navaja por un quítame allá ese Pedro Sánchez, presidente en cuarto menguante acelerado que puede arrastrar consigo a todo lo que le rodea salvo a Yolanda Díaz, que con tal de no tropezar o mancharse su vestido blanco es capaz de volverse a Ferrol, no demasiado lejos de donde Fraga pasaba los veranos jugando al dominó. La política, ya saben, debiera conjugarse en primera persona del plural, pero casi siempre lo hace… en primera persona del singular. Ellos. Ellas. Sin asomo de pudor.
Así las cosas, en esta tierra llena de unos candidatos apenas conocidos menos uno, podría darse el caso de que triunfara otro distinto al que estaba cantado, por el eco de una ola. Es lo que se suele llamar resaca, cuando la causa la marea, y que tantos ahogados provoca cada temporada, incluso a pie de playa. Al menos, entre los más desavisados. Page cuenta sí se ha dado. Queda por ver si le arrastra.
Puede que todo lo anterior no satisfaga el rigor del lector. Si es así, hágase otra pregunta, desdoblada en varias: ¿cree que Vox tiene un diputado nacional por Guadalajara? ¿si así fuera, cómo se llama? dando por hecho que existe, ¿a qué se dedica? ¿le pone cara? Si es usted de los que no sabe cómo responder, no se preocupe, ya que es lo mismo que le ocurre a la inmensa mayoría de los electores de esta provincia. Y, todo ello, sin que la expectativa de voto de Vox parezca que se haya resentido por tanta ausencia física y espiritual del diputado. De un partido, por cierto, con el que otros cuentan para que dejen fuera al PSOE de la Alcaldía de Guadalajara, allí donde desde 2015 dos sucesivas fuerzas mayoritarias han estado hasta el gorro de la misma imprescindible minoría, diversamente ciudadana. Ahora, en la combinatoria de moda y con perspectiva de futuro es siempre Vox el factor que facilitaría la rentrée del PP a los puestos que tenían allí y allí y allá.
En cuestión de unos meses, Vox, más vox populi que nunca, está en posición de demostrar que puede ganar las elecciones en Castilla-La Mancha aun perdiéndolas y quedando terceros, para entrar en un parlamento autonómico los mismos que abominan del sistema de las 17 españas y sin el liderazgo del candidato que parecía seguro (ya que el defenestrado Ortega Smith, que era El Hombre, se quedará en Madrid) para dejar paso a quien sea menester.
A algo más de siete meses de las urnas, nos rodean paradojas bastantes como para reír o sonreír; habrá que esperar hasta finales de mayo para encontrar algunas certezas. Y todavía un poco más para resolver las incertidumbres de más calado.
Muchos, con sueldo público a fin de mes o con ganas de recuperarlo, daban ya por echa la vuelta del bipartidismo. Dos nada más, como un buen matrimonio, demoscópicamente bendecido. En pareja, tres son multitud. Que es en lo que seguimos estando menos cuando lo que exigen las circunstancias es orgía de cama redonda, flanqueada por leones con taquígrafas mirando.
Dependiendo del resultado, en Toledo ya imaginarán ustedes qué se están barruntando. Es cosa de tiempo. Y, si lo anterior se cumpliera, de saber hasta cuándo.