Hemos llegado a un punto en que lo que debiera ser habitual resulta inconcebible. Fuera de La Mancha no es probable que sean muchos los que conozcan a Antonio Lucas-Torres, aunque sus apellidos son retumbantes y el personaje tiene tras de sí una larga trayectoria. Ahora es noticia porque abandona la política. Más exactamente: por el modo en el que lo ha hecho.
El antedicho se marcha después de haber ejercido como concejal, alcalde, diputado provincial y regional e incluso delegado de la Junta en Ciudad Real. En su Campo de Criptana le conocen bien y no les habrá sorprendido tanto como a otros que este hombre haya sido capaz, en el mismo momento de su adiós, de no renegar de Cospedal y de hablar bien de la socialista Magdalena Valerio. A la guadalajareña de Cáceres la ha definido como «una señora de los pies a la cabeza», apreciación que mantiene desde que en 2007 trabajara con ella para conseguir el Plan Estratégico de Turismo y que reforzó luego: es «una mujer fuerte y valiente», capaz de luchar contra el cáncer «sin tirar la toalla», ha insistido.
Antonio José Lucas-Torres López-Casero es un señor que parece haber superado indemne la crisis de los 40 y no aparenta mucho temor ante la de los 50, a mitad de camino de las dos como está. Se ha comportado, propiamente, como un señor.
«Me da asco la gente que se va sin dar las gracias» ha llegado a escribir en estos días. Marcando diferencias una vez más con el personal circundante, quizá sin pretenderlo.
A diferencia de lo que triunfa en los ruedos, en política quien suele cortar trofeos es el que se alivia ante el toro y compone la figura con facundia mientras se protege de cualquier cornada. El que nada expone nada pone y será por eso que los despachos de la Administración trashumante en España están llenos, fundamentalmente, de aire. Como muchas cabezas.
Lucas-Torres dice que se va. Ya volverá.
A este torero, que ha demostrado que mover la franela suavemente pero con firmeza, con un sentido propio de la lidia que ha mantenido a capa (muleta) y espada en todas las plazas no se le ha visto aún que le corten la coleta.
Mientras, sonreiremos con su penúltima lección, inesperada y reconfortante. Desde Castilla hasta La Mancha. Y viceversa.