Fue una tarde agradable, en Madrid. Se presentaba en un hotel de la capital de España lo más nuevo de Google, que es Google News Showcase. A los lectores de LA CRÓNICA que ya lo usan no hay que explicarles qué es, pero no está de más recordarlo. A este que les escribe le invitaron, dentro de un muy contenido y gran plantel de ponentes, para hablar de y desde el periodismo local.
Pareciera que al lado de la directora de producto de El Español, Verónica Milo; Alejandro Laso, director general de El Confidencial o Miguel Madrid, CDO en Henneo (20 Minutos, Heraldo de Aragón…), tomar referencia alcarreña para los nuevos caminos digitales de la prensa era dislate u osadía. No debió ser así, a la vista de la acogida del auditorio, formado por lo más granado del sector. O tienen mucha práctica en disimular con éxito o se diría que los asistentes apreciaron y entendieron más y mejor lo que es el periodismo local que muchos otros de nuestros próximos, en provincias.
Desde esa primera fila atendía Fuencisla Clemares, máxima responsable de Google para España y Portugal: a veces, asentía; otras, sonreía cuando el arriba firmante recordaba lo mucho que el algoritmo nos ha hecho sufrir a todos, incluso más de la cuenta. Pero a Google hay que agradecerle, desde lo más profundo del alma periodística, sus últimas dos décadas, que han venido a coincidir con los 23 años de cita diaria que LA CRÓNICA está a punto de alcanzar. Créanme que hay motivos rotundos para ese agradecimiento, más allá de la mera cortesía social. Vayamos, por ser breves, sólo con tres argumentos:
En primer lugar, el célebre algoritmo ha devenido en garante de la autoría frente a la copia, primando lo original frente al tan manido «copia y pega» de tantos otros.
De igual modo, una herramienta como Analytics, que nos enfrenta a todos los medios a la cruda realidad de las audiencias, nos ha ayudado sobremanera contra el mayor virus del oficio, que es la soberbia. Frente a los datos puros y duros no cabe más que asumir si lo que escribes es pertinente y cuando no, aprender para rectificar. Eso, en los tiempos del papel, era inviable.
Un tercer reconocimiento sería el más evidente: Google te muestra al mundo, si lo que ofreces es de interés. En resumidas cuentas, si la información que aportas es de utilidad. Habrá cosas más absurdas que un periódico sin lectores pero, en razón de mi cargo, no se me ocurren. Y Google aporta lectores. A veces, muchos lectores.
En ese amable encuentro madrileño se pidió a los ponentes que resumieran, como colofón, su actitud profesional ante el futuro. Contraviniendo el pesimismo contumaz que parece propio del periodista, sobre todo cuando hay canas de por medio, asumo que mi mensaje fue de alegría por el presente y de esperanza ante el futuro. ¿Por qué? Por haber llegado hasta aquí y, sobre todo, por tener herramientas para seguir estando.
Esa apelación a la tecnología práctica, con ejemplos muy notables en «casa Google», entiendo que no era baladí. Quien escribió su primer artículo a los 16 años en la «Underwood» heredada de su abuelo y aporrea ahora el teclado ante una pantalla que, como por magia, nos pone en contacto a usted y a mí, sólo puede estar infinitamente agradecido a este tiempo que vivimos.
El periodismo hoy tendría que estar cerca de ser el mejor de los posibles, de la mano de los profesionales. No lo hemos conseguido, pero habrá que valorar cómo estamos de lejos de ese objetivo. En pocos años ha pasado al olvido el sarpullido aquel del fallido «periodismo ciudadano»; en otros cuantos años más, es probable que las redes sociales se dediquen a lo suyo, que es socializar, y dejen de envenenar. Y, por esa misma decantación que uno intuye inexorable, cada cual terminará por saber dónde encontrar las noticias ciertas, sin riesgo de perder tiempo y paciencia con tanta fake news. A eso ya está contribuyendo Google.
Este periódico, nacido en el siglo XX sobre una cabecera del siglo XIX ha conseguido lo que queríamos quienes aquí hemos trabajado, que son decenas: navegar por el siglo XXI en el bolsillo de muchos miles de lectores, dentro de un smartphone.
Como para no alegrarse y celebrarlo, confiando en quien lo ha hecho posible. Google, en eso también, siempre ha estado ahí.