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18 noviembre 2024
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AUGUSTO GONZÁLEZ PRADILLO / Pedro Sánchez no es Nerón

Es humano que nos alteremos cuando vemos en vídeo a dos docenas de gilipollas haciendo el gilipollas en un pueblo de Guadalajara. Ellos son culpables de su propia estupidez. Pero los hay peores

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Nerón nunca incendió Roma. El emperador nunca tocó la lira mientras la ciudad ardía, víctima de la convivencia de un millón de personas en barrios insalubres, fácilmente combustibles. Pero a Nerón le vino bien aquel desastre para ejercer la potestas y que todo el orbe le reconociera la auctoritas. Gobernó. Reconstruyó Roma con nuevas normas, que limitaban las alturas de las viviendas; ensanchó calles y también las saneó y, sobre todo, evitó que los romanos se robaran el agua los unos a los otros, como venían haciendo de forma contumaz. El saqueo de los bienes públicos, ya se ve, no es una peste contemporánea ni una costumbre puramente española. E incluso se puede limitar.

Aquel desastre del año 64 duró seis días pero ha pasado a la Historia sobre todo por el empeño de los difamadores, con Tácito a la cabeza. El de 2020 ya nos está durando seis meses. Y lo que nos queda. Mientras, nuestro Nerón particular no se entretiene en tocar la lira sino en tocarnos las paciencias desde un casoplón (de propiedad pública aunque de uso estrictamente privado) en la remota isla de Lanzarote.

En efecto, aislado está Pedro Sánchez por propia voluntad, cansado de habernos salvado en junio y remiso a redimirnos todavía de nuestra incapacidad frente al coronavirus. Si pensáramos mal, siquiera con ánimo de acertar, diríamos que está macerando la tragedia, dejando que el virus se tome su tiempo, a la espera del momento justo de la Epifanía. Es lo lógico después de que su antiguo afán de ser rey en lugar del Rey, ya tan efímero, no pueda preocuparle más. Por elevación, lo suyo es comparecer, en el momento apropiado, como Redentor. No le faltarán trompetas que lo anuncien. Ni incienso, ni turiferarios.

Lo peor de toda esta estrategia es que puede hacerse realidad, por desmesurada que a cualquiera nos pueda parecer. Es constatable que va ya para dos meses que el Gobierno no gobierna la pandemia. Es constatable que las 17 autonomías españolas son 17 despropósitos rampantes frente al COVID-19. Es constatable que España se ha convertido en un problema para Europa… que Europa no tiene intención de arreglar, pues bastante tienen todos los demás con lo suyo propio. Es constatable, en fin, que ninguna autoridad parece haber aprendido de la experiencia más reciente, incapaces casi todos ellos de asumir que vamos en progresión acelerada hacia el precipicio y que no se ve ninguna rama en la orilla a la que podamos asirnos en el último instante antes del desastre. Pudimos evitarlo, de nuevo, de haber reaccionado a tiempo, sin dejar de trabajar (¡dos meses!) en aplicar las soluciones que, ahora sí, ya conocemos.

Ante todo ese panorama, es humano que nos alteremos cuando vemos en vídeo a dos docenas de gilipollas haciendo el gilipollas en un pueblo de Guadalajara. Ellos son culpables de su propia estupidez. Pero los hay peores: todos los que teniendo la obligación de gobernar, desisten de hacerlo. Pedro Sánchez no es Nerón porque para eso no basta sentirse emperador: hay que gobernar, al menos cuando es imprescindible hacerlo. Ya habrá tiempo para tocar la cornamusa y que te aplaudan.

Tenemos a un presidente en medio del Atlántico, esperando a que esto macere. Como si el virus fuera el único que se lo sigue tomando en serio bajo el cielo de las Españas. Como si lo peor, al menos en este país, siempre fuera el resultado más probable.

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