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24 noviembre 2024
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AUGUSTO GONZÁLEZ PRADILLO / Para aprovechar el «Lebensgefühl» tienes que viajar a Austria

En esa capacidad de Austria y los austriacos para ahormar la naturaleza y al tiempo respetarla hay una buena lección para estos tiempos nuestros, tan desabridos.

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Desde Ortega para acá, la presencia del idioma alemán en la vida de los españoles ha ido decayendo. «¿Ortega? ¿qué Ortega?» se preguntarán algunos cándidamente. Si aquel hombre no se hubiera formado en lengua germana y si no se hubiera adentrado en los vericuetos de aquel idioma, nuestro más reconocido filósofo se habría quedado en mediocre vate provinciano o en profesor sin gloria.

Algo tiene el idioma en el que pensaban Kant y Nietzsche para alimentar las sutilezas más insospechadas. También para la sátira y la crítica, al modo del vienés Karl Kraus, que todavía sigue siendo referencia y motivo de asombro para los que intentamos escribir desde la honestidad, sin trabas y con algo de criterio.

De Austria, precisamente, nos viene en este año de gloria (y desazón) de 2024 una loable campaña de promoción turística, que ojalá sirva para encauzar los ánimos y los desánimos de cuantos españoles se asomen por aquel hermoso país.

Como los lectores de LA CRÓNICA ya saben por la sección «Ideas para Viajar», las granjas tirolesas existen y han sobrevivido incluso al espectro de Heidi, que las pudo aniquilar en nuestro imaginario colectivo, al adulterarlas. Están ahí, insistamos, para el que quiera darse un garbeo.

Sea para ubicarnos en el campo, en las pequeñas ciudades o incluso en la imperial capital que sigue siendo Viena, a los creativos técnicos del turismo austríaco les ha podido el atrevimiento de intentar explicarnos qué es el «Lebensgefühl». Por qué nos lo ofrecen y cuál es el posible alcance de esa especie de pócima mágica tan difícil de pronunciar (póngale una «i» al final y para todo lo anterior, supérelo como pueda) tiene su importancia.

La definición canónica de «Lebensgefühl» es el «sentimiento consciente de participar en la vida». También se puede traducir, más a lo coloquial, por «sentimiento vital» e incluso por «estilo de vida»… aunque por ahí ya se nos escapan muchos de los matices.

¿Hay que ir a Austria para vivir? No necesariamente. ¿Conviene pasarse por Austria para aprender a sacarle más jugo a nuestras vidas? Es muy conveniente.

Al español que se asoma a Austria más como viajero que como turista le encadila, a poco que observa, el cuidado que los paisanos aplican para tener tan reluciente el paisaje y todo lo que en él se contiene, pura postal si no fuera porque es allí donde se habita. El país entero es mucho más que un escenario, porque es lugar de residencia. En esa capacidad para ahormar la naturaleza y al tiempo respetarla hay una buena lección para estos tiempos nuestros, tan desabridos. A nosotros sólo se nos va a pedir que la disfrutemos con la misma intensidad que siempre hemos hecho de sus palacios y de sus museos.

Desde Austria quieren ofrecernos un espacio bajo el sol (o a la sombra de las nubes) en el que está justificado ser feliz, con tranquilidad. Siquiera por unas vacaciones, que de todo se aprende. Sin peleas a garrotazos, de las que hace poco escribía por aquí El Paseante.

A fin de cuentas, como diría el gallego, a los humanos nos basta con un recuncho para vivir. Y viene al punto la palabra, porque en el diccionario de la Real Academia Galega está incluido desde hace años «weltanschauung», el término alemán para cosmovisión y que, según el redactor de la entrada equivaldría al «xeito (modo) de concibir o mundo e a vida».

Y eso que pensábamos que las kilométricas palabras del alemán no salían de Mallorca

Para lo que aquí nos ocupa lleguemos a la conclusión más sensata: Austria es un pequeño país lo bastante grande como para encontrarle el sentido, más placentero y sensato posible, a la vida. De reencarnarse, Séneca habría paseado con gusto por estas tierras.

Pruebe a comprobarlo, incluso sin esperar a que llegue el invierno o el verano.


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