Hay una película de George Marshall que quizá sólo recuerden los muy cinéfilos. Lleva por título «The Wicked Dreams of Paula Schultz» y en España, fieles a nuestro estilo, se tituló con un expeditivo «Sigan a esa rubia». La mujer de los sueños perversos a la que alude el título original era, en la pantalla, nada menos que Elke Sommer, único reclamo de aquel cartel.
Cuando aquel largometraje llegó a las salas de cine aún faltaban 10 años para que naciera Isabel Díaz Ayuso, que no es rubia sino morena; tampoco alemana, sino española… y, si lo que dice es cierto, con una diferencia sustancial: mientras la germana iba de protagonista y diva, la madrileña insiste en que no le importa que la consideren secundaria, una simple actriz de reparto en las producciones (algunas, lamentables series «B») del Partido Popular. Lo de Sommer era una mala comedia. Lo de Ayuso, para Casado y sus cercanos, terminó en tragedia. En todo caso, sigan a esa morena, que tiene mando.
Y aquí se acaba lo frívolo, lo ocurrente y lo evocador en este artículo, porque pasamos a la reseña concreta de ese 4 de mayo de 2022 que servía como primer aniversario de la hecatombe del PSOE y de Podemos en Madrid, por culpa de las urnas.
Ha sido este miércoles, en el «Villamagna», cuando Europa Press ha dado atril y foro a Díaz Ayuso para que contara sus cosas… que son las de muchos (Paco Núñez incluido), a juzgar por la expectación.
Lo que plantee esta mujer es trascendente tanto para quien la admire como para quien la aborrezca mientras siga al frente de la región con mayor peso político y económico de España. Nos jugamos todos mucho con lo que haga o con lo que deshaga, en Madrid, en Guadalajara, en Castilla-La Mancha y más allá.
Por eso, es bueno recordar algo de lo pronunciado en el amplio salón madrileño, emulando de algún modo el estilo minucioso de ese gran columnista, y compañero en LA CRONICA, que es José Luis Heras Celemín:
Después de recordar las «navajas y balas» que se esgrimieron en la campaña electoral madrileña, ha valorado que los votantes «eligieron libertad en la Comunidad», después de que durante meses «nos impusieran un estado de alarma exclusivo para Madrid».
El de la pandemia ha sido un recuerdo doliente en labios de la presidenta de Madrid, que pronto ha preferido pasar al recordatorio de su bajada de impuestos, las apelaciones a la cultura del esfuerzo; la «defensa de la vida», de la propiedad privada e incluso de la Monarquía parlamentaria. Hasta ha tenido tiempo de anunciar la implantación de «la primera planta de hidrógeno verde de España», lo cual presagia entretenidas rivalidades con García-Page también en este campo.
En esto de los proyectos empresariales, tan queridos y buscados en La Sagra toledana como en el Corredor del Henares madrileño o alcarreño, Díaz Ayuso ha llegado a afirmar que «Madrid es uno de los 10 mejores destinos del mundo para invertir». Y si eso es así, las regiones vecinas harán bien en abrir los ojos, para aprovechar las ocasiones o, siquiera, para aprender.
Y aun así, la morena-a-la-que-hay-que-seguir no renuncia a plantear su proyecto sobre bases políticas, extremadamente más ambiciosas de lo que ella misma reconoce. «Somos un proyecto con músculo político», insistía, más allá de los éxitos económicos. En ese momento, más de un asistente despistado dudaba si se estaba referiendo a «su» PP o al de Feijóo, que son el mismo, pero muy diferentes.
Son vísperas de congreso regional en Madrid, con todos los que aspiran a un cargo revoloteando como polillas alrededor de la bombilla, con el riesgo cierto de quemarse antes de culminar. Se barrunta limpieza a fondo de sentinas. Quedan pocos días para comprobar el alcance y cuánto desecho es arrojado por la borda. «Estamos abiertos a todo el que quiera sumarse y sumar», exclamaba sonriente. Y en la sonrisa, este que les escribe apreciaba una muy poco disimulada mefistofélica ironía.
Díaz Ayuso está llamando a la política «con ganas». Esas que no le faltan para ajustar cuentas con los que hasta anteayer la hirieron, por más que reconozca que en su partido «casadistas hemos sido todos, sólo faltaba».
Isabel Díaz Ayuso marcará el futuro de los lectores de LA CRÓNICA para los próximos años, tanto si la quieren como si la detestan, insistamos. En cualquier caso, mejor no perderla de vista.
Y si van dejando de verla como si en verdad fuera como cualquiera de las múltiples caricaturas que le dedican los haters de las redes, mejor. Ni memes ni memas. Aquí lo que nos jugamos todos no son unas risas para pasar el rato sino nuestro futuro. Cosa seria. Mejor no frivolizar.