Andan satisfechos en los alrededores de la Alcaldía de Guadalajara por haberle ganado en segunda instancia a un diario de Toledo a propósito de un información errónea sobre los sueldos del actual equipo municipal de gobierno, comparados con el anterior. No fue tal.
Haría mal Guarinos y quienes la rodean en alegrarse o en darse a la euforia judicial, porque el problema no está ahí.
La directora de la cabecera condenada a rectificar es una buena profesional y ella verá qué es lo que debe hacer en la actual tesitura. En otra instancia, en estos mismos días, anda un socialista de Guadalajara de lo más animado para llevar a los juzgados a otro periodista, también alcarreño, por escribir su opinión sobre lo que acontece, que es lo que siempre se llamó periodismo y que suele provocar más inquinas que abrazos.
La información que la Audiencia de Guadalajara obliga a rectificar al digital toledano sostenía que Guarinos y Toquero se habían subido el sueldo nada más llegar al Ayuntamiento. Es falso. Lo era en junio de 2023 y lo sigue siendo un año después. No es algo que debiera sorprender a los lectores de LA CRÓNICA, que conocieron el dato preciso y correcto desde el primer momento, pues los presupuestos del pasado año los había dejado atados y bien atados Alberto Rojo. El mismo que siempre mostró un desesperante desapego por la transparencia cuando de su sueldo, elevado, se trataba.
Ningún periodista está libre de equivocarse, aunque en esta casa procuramos que eso no ocurra o, si se da excepcionalmente el caso, rectificar cuanto antes en beneficio de nuestra credibilidad. Quizá por eso son 572.855 los lectores que ha sumado LA CRÓNICA durante el mes de abril. Ahí tampoco hay error ni errata: 572.855 lectores.
Muy distinto a todo lo anterior es lo que ocurre en las mal llamadas redes sociales, que lo serán más por la cantidad de besugos que pescan que por su escasa labor en beneficio de cualquiera de nosotros y de la verdad. Desde esos ámbitos se ha venido durante el último año pregonando, de manera reiterada, la malintencionada especie de la supuesta codicia salarial de Guarinos, de Javier Toquero y de sus próximos. Y para la insidia han tenido el mismo empeño los anónimos de Twitter que los irredentos de Facebook en los muros más casposos de tema local. ¿Con cuántos de esos se van a querellar los ofendidos?
Junto con todos los navegantes de la ciénaga, y haciendo los coros, no han faltado tampoco los rivales políticos que se han llenado la boca y las notas de prensa con ese dato envenenado. Billar a tres bandas se llama eso.
Ni a estos ni a aquellos les va a reprender ningún juez, insistamos, ni desde ningún juzgado se les va imponer coste o costa alguna. Es este un juego, muy poco divertido, en el que no todos jugamos con las mismas normas. Pero es lo que hay y no hay visos de poderlo cambiar.
Las redes sociales son, grosso modo, una fuente de cuestionable calidad informativa. Los medios «tradicionales» no estamos para corregir las demasías (o sea, las mentiras) que otros vomitan sobre ese charco. Invocamos a los lectores, y aquí así se ha hecho incluso desde algún editorial, a que elijan lo mejor para informarse, en la convicción de que entre esas opciones está nuestro diario. Las falsas modestias las dejamos para los buenos jesuitas y los malos políticos.
Resulta irónico que los mismos responsables del Ayuntamiento de Guadalajara que ahora se alegran de doblarle el pulso a un diario, como si con ello hubieran ganado tierras y océanos para su reina, son los que vienen despreciando a los periódicos y su trabajo, como si con asesores dedicados a las redes les fuera suficiente para informar, cabalmente y a prueba de mentiras, de su trabajo. Salvo que alguno ya haya elegido primar la propaganda antes que la información. No sería la mejor opción y sí su mayor error.
No sabemos que es lo que nos deparará el futuro más inmediato en Guadalajara: quizá meses interesantes o puede que soporíferos ejemplos de gestionar para sólo ir pasando.
Sea lo que sea, el lector que haya llegado hasta el final de este artículo ya sabe lo que puede esperar de LA CRÓNICA, ahora como desde hace 25 años: que se lo vayamos contando.